Thor: Ragnärok – Aventuras kitsch e histriónicas

En 2017, Cine, Críticas by Néstor JuezDeja un comentario

Con Thor: Ragnärok, ya son diecisiete las producciones cinematográficas que Marvel Studios ha estrenado en salas de cine integradas dentro del Universo Cinematográfico de Marvel, en marcha desde hace ya diez años. Y pese a no contar con mi beneplácito crítico, y aún teniendo en cuenta lo rutinarias que están volviendo, siempre acabó visionándolas todas, bien en cine o en el hogar. Como hombre joven, no puedo ocultar mi debilidad hacia el cine de superhéroes. En el caso de las películas de las Vengadores, el grueso son deficitarias. Aquejan de jugar sobre seguro, con estructuras narrativas trilladas y comodidad en su tono y planteamiento de los perfiles de personajes y sus actos, cada vez más infantilizadas). Pero resultan, con la excepción de ambas secuelas de Iron Man, el Hulk de Norton o las películas previas del Dios del Trueno, bastante amenas. Y si las aventuras previas ambientadas en Asgard y protagonizadas por dioses de origen nórdico no son santo de mi devoción, captaron mi atención al incluir al Hulk de Ruffalo en el reparto (nunca me pierdo en las salas las películas de carácter grupal). La decisión de reclutar al director cómico Taika Waititi para poner en escena una trama tan grandiosa y solemne como esta, a priori en un registro lejano al suyo, despertaba en cuanto menos curiosidad. Y si las últimas películas con nuevos personajes me dejaron frío, o la secuela de los Guardianes de la Galaxia directamente me enojó, Spiderman: Regreso a casa fue una grata sorpresa, y aún yace en el recuerdo mi disfrute con El soldado de invierno (de lejos la mejor de todas) o Guerra civil. Por lo que, pese a no estar a favor por la apuesta creciente de este universo por la comedia boba, di al filme una oportunidad, sin grandes expectativas pero tampoco escéptico. Y sin encontrar una buena película, fui muy sorprendido, disfrutando con su película más entretenida. Una comedia que funciona sin ser cargante. Su ligereza y lo hortera de su trama y estética le impiden tener cualquier tipo de valía duradera, pero logra con creces lo que pretende, un visionado palomitero divertido en el que no decae el interés. 

Thor: Ragnärok

(AVISO DE SPOILERS DE LA TRAMA PRINCIPAL) Tras los acontecimientos de Los Vengadores: La era de Ultrón, Thor (Chris Hemsworth, más entregado y divertido que nunca) vaga por el universo en busca de las gemas del infinito, sin éxito. Tras derrotar al demoníaco Surtur arrebatándole su corona regresa A Asgard, donde Loki (Hiddleston, siempre magnético) gobierna con desidia haciéndose pasar por el padre de ambos, Odín (Hopkins, en una leve pero agradecida intervención). Gracias a la ayuda del Doctor Extraño (Benedict Cumberbatch), le encontrarán exiliado en Noruega, sólo para que muera ante sus ojos. Su muerte provocará la liberación de la poderosísima Hela, diosa de la muerte y hermana primogénita (una Cate Blanchett que le saca el máximo jugo posible al material que le dan), que regresa tras milenios de encierro para arrasar a Asgard y proseguir con su sanguinaria conquista de mundos. Para salvar a su gente, un Thor desprovisto de martillo deberá escapar del planeta cosmopolita y multicolor Sakaar, dirigido con despotismo por el extravagante Gran Maestro (un Jeff Goldblum que se parodia con deleite a sí mismo), donde será enfrentado en una arena de gladiadores a un viejo amigo verde. Una mezcla de Ragnarök y Planeta Hulk que difiere ostensiblemente de las entregas previas del portador del Mjölnir (del que se ve desprovisto en el filme, lo que le hace un personaje más interesante, y poderoso más allá de su herramienta), diluyendo la fantasía épica en una aventura cómica espacial de carácter ochentero. Más cercana a Flash Gordon o El quinto elemento que a El señor de los anillos o Juego de Tronos, con toques de sintetizador en la partitura de Mark Mothersbaugh. Una comedia efectiva, que no descuida a sus personajes, que con un ritmo narrativo envidiable nos transporta entre mundos con un Hulk entrañable (con apuntes jugosos a la dialéctica interna con Banner) y dinámicas entre hermanos y padre e hijo interesantes. Presentándonos, además, a una poderosa Valkiria (pese a su suculento origen y curiosa descripción, el personaje más endeble en motivaciones) y divirtiéndonos a la vez que logra que nos interesemos por una trama de conquistas divinas de mundos ficticios. Además de su variación en la descripción de un Thor ahora frágil pero más guasón que debe reencontrar su fuerza, y la evolución en estos años del vengador de la doble personalidad, la película usa con acierto a Odín, destapado como antiguo conquistador sin escrúpulos que arrasó de la mano de Hela y que, arrepentido, busca redimir su pasado ocultándolo y haciendo una buena labor con sus hijos. Me pareció interesante la manera de afrontar el obligado clímax, en el que se asume que no se puede vencer a Hela. Parodia de sí mismo, sí, pero una que mira con respeto al legado cinematográfico de los personajes que recoge, y con un reojo pillo siempre presente al universo en el que se engloba, del que no puede escindirse ni entenderse en solitario. Se apuesta por el chascarrillo, pero éste se afina e integra en un guión que no naufraga. Y atentos a sus salados cameos. 

La película, eso sí, aqueja una evidente falta de trascendencia. Hela, pese a su explosividad y amenazante verborrea, no deja de ser la típica villana plana, cuya única motivación es el mal por el mal. Y su integración en el filme, con una estructura en montaje paralelo entre Asgard y Sakaar, invita a pensar que la trama de Ragnärok es entendida por Waititi (quien da voz al gladiador pétreo Korg, simpático) como un trámite obligado, apartándola de los héroes para dedicarse a lo que más le interesa, la descripción de Sakaar y las interacciones entre Thor, Hulk/Banner, Loki y la Valquiria. La película se hubiera beneficiado de la reducción de un cuarto de sus chistes, y pese a la riqueza visual el exceso digital provoca que la película parezca un videojuego. Uno muy bien hecho, pero uno nada creíble como mundo palpable, de corporalidad. El toque Disney impregna la acción (espectacular) y la tragedia, restándole a todo cualquier potencia emocional y contribuyendo por el camino a una pérdida de identidad de la franquicia. Pero es iluso también no reconocer que clausura con acierto las líneas narrativas divinas y brinda al arco dramático de los Asgardianos un interés que no había tenido hasta ahora. La película es de ver y olvidar, pero es más consciente de ello que nunca, por lo que no debemos sino agradecer en este caso el divertimento honesto sin pretensiones, pues difícil es dar gracia a una diégesis tan absurda como esta. 

Hortera, estilizada, ligera y abigarrada, Thor: Ragnärok es un caramelo que se deshace rápido, pero el tiempo que permanece en la boca nos produce un gusto explosivo.

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