Gracias, una vez más, al excelente equipo de prensa de A contracorriente films, pude asistir a un temprano pase de prensa en los Cines Verdi de una de las películas del último Festival de Málaga: el thriller hispano-argentino Nieve negra, dirigido por Martín Hodara, ayudante de dirección de la mítica Nueve reinas. Una película de suspense ambientada en hermosos e inquietantes paisajes naturales y habitada por pocos personajes, interpretados por la plana mayor del cine argentino, que ofrecía una pinta estupenda en sus materiales promocionales. Las críticas no acompañaban, pero poder ver tan pronto una película recién sacada del horno siempre es una experiencia estimulante, más aún teniendo en cuenta la ausencia de propuestas de intriga en las salas en los últimos meses. Y no es baladí afirmar con neta certeza que el visionado de la misma es una experiencia harto agradable. Es un ejercicio de ritmo que cuenta con no pocos elementos de interés a nivel formal, su contenido textual, además de escaso, torna pronto evidente en demasía.
Marcos (Leonardo Sbaraglia) y su embarazada mujer Laura (Laia Costa) vuelan a la Patagonia argentina para convencer, por encargo del anciano hombre de negocios (relacionado con la familia) Sepia (un Federico Luppi cuya mera presencia siempre es un agradecido añadido), a su hermano mayor Salvador (un siempre inquietante Ricardo Darín) para que abandone su cabaña en el bosque y venda su parte de tierras a una poderosa empresa. Una visita no exenta de polémica, pues estos desolados parajes fueron escenario de una terrible tragedia familiar, sobre la cual aún se cierne una vasta aura de misterio incluso décadas después, cuando los otrora niños son ya hombres maduros. Un relato malsano de pasados callados y familias podridas en inhóspitos escenarios nevados. Una narración en dos tiempos interconectados, presente y pasado, sobre las consecuencias y el cargo de culpa de una muerte. Un ejercicio puzzle de piezas esparcidas y roles difusos, presentes torcidos y pretéritos lacerantes. La película está facturada con una solvencia técnica loable, ofreciendo una hermosa fotografía de Arnau Valls Colomer, uno de los mejores en su oficio en España, y una inquietante música de Zacarías de la Riva, y una realización que no rompe ningún parámetro del procedimiento habitual pero que consigue implicar al espectador con dinamismo e inquietud, logrando una atmósfera cargada y un tono turbio muy gratificantes. La volcánica y no ajena de interés relación volcánica y distanciada de ambos hermanos, dolidos por la tragedia añeja que torció su trato, es suficiente para centrar el desarrollo argumental durante todo el metraje, en el que Costa queda reducida a una suerte de personaje-espectador, que hila cabos a la par que nosotros. Y su estructura de flashbacks ayuda a darnos la información necesaria para que averigüemos la incógnita por nuestra parte, sin por ello divorciarnos del tempo de la película o el recorrido de sus personajes.
Si bien el misterio se oculta durante la mayor parte de la misma, las pistas lo hacen demasiado evidente demasiado pronto, además de tornar demasiado fino para la parafernalia formal y la solemnidad y ambage que la narración propone, en una película que pretende mostrarse mucho más compleja de lo que realmente es. Y llegado el momento, esté se nos revela de la manera menos orgánica y más expositiva posible. La revelación se adorna con un elemento moralmente turbio que queda reducido a un apunte pincelado, dando más riqueza a unos personajes interesantes a los que nunca llegamos a conocer demasiado, en tanto el filme concluye tras un punto de giro que hacía vislumbrar un porvenir harto llamativo. Una sensación de oportunidad perdida que se generaliza al conjunto global del producto, cuyo bello trazo no se corresponde con su contenido último.
Nieve negra prueba la excelencia técnica del cine en español contemporáneo, pero esto no oculta que es una película engañosa, que tras jugar con nuestras emociones nos ha narrado realmente muy poco. 6/10
Comentarios
Ayer fuí a ver esta peli y totalmente de acuerdo con lo que comentas. La historia se deshace sola, sin una concesión a la incertidumbre que debe tener un buen thriller.
Me gusta tu blog, Nestor!