Gracias al buen hacer del equipo de prensa de la distribuidora A contracorriente films pude asistir a un pase de prensa en los Cines Verdi de la última película del veteranísimo realizador nipón Yoji Yamada (su filmografía se remonta al año 1961): la comedia familiar Maravillosa familia de Tokio. No había visto ninguna de sus obras previas, por lo que había cierto interés en conocer su obra, de ahí mi interés inicial por esta oportunidad ofrecida. Si bien es cierto que, en esta ocasión, el aspecto del producto no prometía una experiencia halagüeña. Pero siempre acudo a estos pases con la idea de darle a todo una oportunidad. Y hasta cierto punto hice lo correcto, pues logré divertirme. La película, en tanto comedia, y una honesta con intenciones humildes, funciona adecuadamente, pues su argumento de implicaciones universales permite a cualquiera sentirse identificado. Pero esta versión del slaptsick tan torpe y exagerada, apoyada en la gestualidad y el griterío, se muestra chusca y patética si carece del apoyo de guión y personajes adecuado.
La anciana pareja de Shuzo y Tomiko Hirata viven en la casa de su Hijo Noriko, su mujer Fumie y sus dos hijos. Shuzo es un cascarrabias asiduo a un bar de la ciudad, que la noche del cumpleaños de su mujer, escritora aficionada, recibe una desagradable sorpresa al llegar a casa: un formulario de petición de divorcio, ya rellenado. Una propuesta planteada tras décadas de vida en común que desencaja al confuso pater familias y desestabiliza a su numerosa familia, compuesta a su vez por múltiples parejas al borde del resquebrajamiento. Una comedia sobre familias histéricas y personajes ridículos interactuando en un ecosistema viciado. Cine costumbrista deudor de Ozu y aderezado por un fuerte humor físico y gestual, que aportan al conjunto dinamismo y agilidad, así como la cantidad de personajes y de líneas narrativas que convergen. Si bien la gastronomía y cultura japonés juegan un papel evidente en la diégesis de Yamada, su argumento cumple una validez universal dentro de cualquier contexto sociocultural. Toda reflexión sobre la institución matrimonial que el séptimo arte nos brinde será, por escasa, bienvenida, pues si los relatos sobreviven en esta era nihilista y febril es por la vigencia y evolución de los grandes temas. Y esta familia, que recurre a detectives para indagar entre sus cercanos y apelan a la unión a pesar de ser incapaces de convivir con la mínima tranquilidad, consigue resultarnos simpática desde la cercanía de lo cotidiano, pues siempre se empatiza con aquellos humanos de a pie que, como nosotros, yerran sin cesar. Aún más si hasta el engaño más convincente se derruye, incluso después de décadas bien apuntalado.
El aspecto formal, bien por su argumento y pretensiones narrativas, carece de cualquier interés. Y su humor físico, de forzado y burdo, carece en la mayoría de los casos de gracia alguna por lo tonto de este humor. Si bien la carcajada aflora sin dificultad, la vida de esta es breve, y sus efectos en nuestro acervo, nimio. Y los personajes nunca resultan lo suficientemente interesantes, o simpáticos, o antipáticos. Y la historia no presenta elementos que susciten el entusiasmo reflexivo, apenas contemplativo. Estas comedias son agradables, pero conocidas, y cuando no sorprenden en el plano temático, se camuflan en el océano de lo ya visto.
Comedia costumbrista sobre la familia y la pareja, que aunque nipona, es adaptable al ámbito occidental, pero más allá de un visionado sonriente no queda nada, ni para el análisis ni para el recuerdo. 6/10