El primer trimestre de cada año, en simultáneo a las cada vez más extensas y vitaminadas temporadas de premios, es campaña de biopics y películas basadas en sucesos reales. La lucha vital y hazañas meritorias de un icono sirven de vehículo para el lucimiento de tal o cual intérprete, que aglomeran festejo ególatra en forma de nominaciones por su ejercicio de mímesis, derivando así en no pocos ejemplos de acartonadas caricaturas maniatados con corsés de hierro por estructuras narrativas convencionales. Como pistoletazo veraniego de salida para los galardones norteamericanos en el que se ha convertido en el último lustro, el Festival de Venecia ha acogido no pocos títulos como el que nos ocupa en estas líneas, con el que su director chileno concluye su inesperada trilogía de divas en lengua inglesa. Tras su Jackie con Natalie Portman (de largo, la obra más lograda del triunvirato), dedicado a la esposa de Kennedy, y su Spencer con Kirsten Stewart centrado en Lady Di, el talentoso y antaño venerado por este medio de comunicación Pablo Larraín se pone a los mandos de María Callas, con Angelina Jolie encarnando a la soprano más popular de la Historia. Un vistoso ejercicio de fastos de producción al servicio del tributo al astro y la exaltación de las dotes dramáticas de Angelina (la cuál, sin embargo, ha terminado siendo dada de lado en los Óscar) que, esta vez sí, no ha convencido a crítica por evidenciar más aún los problemas discursivos de las películas recientes de su realizador. Un ejercicio de cámara tan recargado como vacuo, tan estilizado como romo, tan desgarrado como complaciente. Hermoso cadáver fílmico en el que la invocación del aura de la Callas jamás se materializa.
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Aceptado el ocaso vital y en tímido proceso de negación de la decrepitud, el astro insondable se encierra en su jaula de cristal rodeada de secuaces cómplices. Un revelado gradual de las capas de la cebolla esquiva, que busca enterrar su dolor al tiempo que intenta la misión imposible de volver a ser quién fue. Un baño preciosista de amargura, en el que no hay resquicio para el alivio o la realización en el laberinto de sinsabores de la voz griega, sombra en vida de un personaje que ha sojuzgado a la persona. Una entrevista grabada en película o unos ensayos privados hacen las veces de retazos de esperanza de la griega, llamados a darse de bruces con el muro de realidad. En este mosaico retrospectivo de tristeza, la fotografía de Ed Lachmann, rica en colores, densidad y contraste de ambientes plagados de claroscuros, es el mayor activo de la película, debidamente acompañada por efectivos movimientos de cámara elegantes alrededor de los personajes y de los deslumbrantes espacios brillantemente acondicionados por el equipo de Dirección Artística, reforzando el libro de estilo del último Larraín como una suerte de Malick recargado. Pese a la entrega delicada de una grácil Angelina Jolie, es la pareja de criados interpretada por Pierfrancesco Favino y Alba Rohrwacher y su dinámica tierna de costumbrismo cómico la que dotan calidez y textura humana al conjunto (mención aparte el breve papel de Vincent Macaigne, quizás el actor más en dulce del cine europeo contemporáneo). Del mismo modo, algunas de las secuencias en flashback con Aristóteles Onassis están recreadas con elegancia y sentimiento. El talento y criterio estético que muestran los responsables del proyecto es innegable, y nunca será bueno dar por sentado estos valores de ejecución técnica por mucho que hablemos de cine de gran producción.
A menos que se sea un absoluto neófito en la materia, poco descubrirá al espectador el filme sobre la figura de estudio que no supiera de antemano. Es un filme estancado que comienza en el mismo punto en el que acaba, que rota y rota sobre un puñado de vivencias de una mujer cuya vida ni tan siquiera hacen el ademán en explorar. Pese a sus amaneramientos preciosistas no se desmarca casi nada de las convenciones narrativas del biopic acartonado, estampa de imitación que replica la fachada y apenas desgrana la esencia del mito. Pero el mayor problema del filme es que, tanto por su contexto facial como por la tosca integración de las canciones en playback, nunca se produce la sensación de estar viendo a Maria Callas. Es un personaje interesante y enigmático, pero no es Maria Callas. Y si el cimiento principal se tambalea, la entereza del edificio queda en entredicho.
Dolorida, respetuosa y solitaria, Maria Callas traza convincentes conexiones entre personajes, pero embarca su arsenal de virtuosos recursos estéticos en un viaje sin avance, un deambular que no revela. Puro oficio de superficie.
- Título: Maria Callas/Maria
- Dirección: Pablo Larraín
- Guión: Steven Knight, basada en la biografía de Maria Callas
- Actores: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Kodi Smit-McPhee
- Dirección de Fotografía: Edward Lachman
- Música: Fragmentos de la obra musical de Maria Callas
- Estreno: 07 de febrero de 2025
- Duración: 123 minutos
- Web Oficial: https://diamondfilms.es/pelicula/maria-callas/
- Nota: 6,5/10
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