Año a año Rebordinos y el equipo del festival cuentan con un as en la manga para levantar la expectación de la cinefilia y captar el foco mediático durante la semana del festival: su selección de Perlas, donde recogen varios de los títulos más premiados o aplaudidos de festivales recientes, especialmente Cannes. Una maniobra que garantiza grandes títulos pero que al mismo tiempo contribuye poco a reforzar la identidad propia del festival: al fin y al cabo la sección deviene una suerte de semana de preestrenos, pues todos los títulos llegan ya con distribución asegurada para salas españolas. O incluso si somos mas críticos, un prestigioso y elegante cineclub en el contexto de un festival de Clase A. Motivo por el cual, a sabiendas que son títulos que podrán verse pronto, acostumbro a dejar de lado esta sección en coberturas recientes, rescatando apenas un puñado de los trabajos realmente sugerentes. El inesperado retorno a Madrid antes de tiempo por motivos laborales redujo el listado a tan sólo seis producciones, pero entre ellas se encuentran no sólo lo más notable del festival, sino algunos de las grandes obras del 2023 y del próximo 2024. Pero concretemos.
Una de las mayores sorpresas de la edición del 2023 de Cannes fue el triunfal regreso de Wim Wenders. No me malinterpreten, el veterano realizador alemán se ha mantenido activo desde hace casi medio siglo, pero hacía una década que no recibía un aplauso crítico de esta dimensión. Lo ha conseguido con esta producción japonesa, candidata para los Óscar por el país nipón: Perfect days, protagonizada por un Kōji Yakusho que se hizo con el premio a Mejor actor en el prestigioso certamen galo. Un sutil, sereno y emocionante relato de cámara estructurada en torno a dos filosofías muy positivas expuestas con meridiana convicción y claridad: en primer lugar, la vivencia atenta y centrada de un único momento, por banal que este sea, es suficiente para la plenitud; y en segundo lugar, que la felicidad no se debe a la situación de la persona, sino a la actitud con la que esta afronta la existencia. La mera exposición de un ideario tan acertado (y, sorprendentemente, tan poco claro aún para tanta gente a estas alturas) es por sí sola un motivo de peso para que la existencia de este largometraje sea una buena noticia. Su sensibilidad y delicadeza es encomiable, así como la sabiduría de su actitud ante la vida o la interpretación de un Yakusho estelar. Hay secuencias de solidaridad y empatía ingeniosas y cálidas, así como una manera velada y poética de sugerir un pasado doloroso en otros estamentos sociales por parte del protagonista. Pero nada de todo esto nubla que nos encontramos ante una película repetitiva, que se complace en su propio discurso y enfatiza sus objetivos emocionales fuera de cualquier duda, que reincide con la sonrisa en la ternura y se reviste de un tono muy blando para embellecer situaciones que pule de aristas. Sin entrar en la maniobra un tanto efectista, cuando no obvia, de usar canciones en inglés para declamar directamente en paralelo el estado emocional del protagonista. Buen filme, sin duda, pero también bastante evidente.
Hay grandes maestros que permanecen, tan reconocibles y a su vez tan lejos de estancarse o perder la fuerza o capacidad de evolucionar en sus estilos. Pocos casos mas reveladores de esta madurez que el de este veterano realizador escandinavo. Él es el finlandés Aki Kaurismäki, y su película, ganadora del Premio Internacional del Jurado, es Fallen leaves. Una atemporal y esperanzadora historia de amor en el escenario mas desangelado de la Europa de la falta de oportunidades. Clasicismo contenido en una puesta en escena minimalista pero de precisión extraordinaria en sus encuadres. Precariedad, desempleo y alcohol para olvidar en el que, desde el dolor, aflora una sonrisa de esperanza para una narración que combina sordidez con un contagioso sentido del humor. La música en las cantinas como canalizador de las emociones calladas (no en vano, nos encontramos en una película con personajes incapacitados para hablarse), y la mirada entre botellines de cerveza cual gesto puro de la esencia humana. Iluminaciones frontales, decorados teatrales y hieratismo extremo característicos del marcado estilo de dirección del finés que, sin dejar de sorprendernos, consigue desde ahí hacer aflorar intensas sensaciones cargadas de verdad y empatía. Dicen algunos que Kaurismäki siempre entrega la misma película (cada vez mas dilatada en el tiempo), pero cada vez la hace mejor. Fallen leaves tal vez sea su obra mas conmovedora y bella. Rock finlandés, guerra a través de la radio, perros y violencia laboral para un alegato a favor de las personas sencillas. Una cinta superlativa.
El festival gusta de crear comunidad y fidelizar vínculo con cineastas a través de los años, programando sus obras en diferentes secciones o convocándolos como jurados. Pero no hay caso más reconocible de conexión emocional de un cineasta con un festival y el público de la ciudad que el del predilecto realizador japonés Hirokazu Kore-eda. Era pues casi un hecho inevitable que en Perlas estaría su última película: Monstruo, que le otorgó a Yuji Sakamoto el premio a Mejor Guion en Cannes. Un trabajo de solvente oficio y belleza en su planificación y embriagador pulso en su tempo en escalada, que retrata con variados matices y complejidad dramática las áreas mas oscuras y ambiguos del tratamiento de niños en ambiente escolar, así como la problemática de la tergiversación de los puntos de vista confrontados. Brilla especialmente el trabajo de los intérpretes, y en su tercer acto, el filme se eleva varios peldaños, demostrando una vez más la habilidad de Kore-eda para dirigir niños. Se apoya para el impacto sorpresivo en su dispositivo, repitiendo los mismos sucesos en tres ocasiones desde la perspectiva de diferentes personajes para ofrecer diferentes valoraciones y conflictos alrededor de los turbulentos sucesos. Dispositivo de guion que acaba maniatando a la película, bombardeando su credibilidad en aras de falsas informaciones, morbo y golpes de efecto. Y así como se cuida a los personajes infantiles, otros adultos son perfilados de manera mas burda, recurriendo al ridículo o a la confrontación de manera escabrosa. Buen filme con cuidados medios de producción y ejecución técnica, pero mas tramposo y mucho menos sutil de lo habitual en el cine del nipón.
Una constante en las Perlas de los últimos años ha sido, aunque fuera en una proyección especial que no optase al Premio del Público, ha sido la inclusión en el festival de la ganadora de la Palma de Oro en Cannes. En 2023 no podía ser menos, y meses antes de su estreno pudimos disfrutar de Anatomía de una caída, nuevo trabajo de la francesa Justine Triet protagonizada por Sandra Hüller. De largo (y ya era hora, una gran película), la mejor Palma de Oro de los últimos tres años. Cine de excelso guion y puesta en escena poco exhibicionista pero diestra para enriquecer los niveles de lectura. Un exhaustivo estudio de los mecanismos de construcción del relato alrededor de una máximo detallada en múltiples niveles: en los tiempos en los que la verdad queda relegada a un segundo plano, lo importante es servirte de los medios necesarios para crear la historia mas convincente. Cine policial, también drama familiar, también suspense y género de juicios, pero es más que la suma de todas esas partes. Actores en sintonía, en concreto una Sandra Hüller catedralicia, estrella canina como contrapunto con rol trascendente a nivel dramático son algunos de los elementos de este estudio de la ambigüedad. Enunciación apabullante de los mecanismos de narración: grabaciones de voz, declaraciones de noticiario, maquetas, recreaciones en 3D, ensayos con texto en la escena del crimen, léxico jurídico, literatura de suspense…y, por supuesto, verbo en todas sus manifestaciones. Película muy hablada pero no por ello despojada de ideas visuales, combinando perspectivas, encuadres móviles de seguimiento o desplazamientos de cámara mas abstractos para recrear divagaciones o hibridaciones con los códigos televisivos o con las texturas de las cámaras de mano digitales. Asesinato enmarañado sobre el blanco de la nieve, y extenuante investigación de grises tan clásico en su utilización de los géneros cinematográficas como anclada en sensibilidades del ahora, con uno de los personajes mas fascinantes del 2023 en la forma del niño pianista. Uno de los grandes títulos del año.
También de la Sección Oficial de Cannes nos llegó otro título que no recibió premio alguno pero que, a opinión de este crítico, supera en réditos cinematográficos a todos estos. Un drama cinematográfico manierista e histriónico inspirado en hechos reales: Secretos de un escándalo, protagonizada por Natalie Portman y Julianne Moore y dirigida por todo un maestro posmoderno como Todd Haynes, responsable de la extraordinaria Carol. Una sutil, madura y codificada crítica de la vida residencial norteamericana que disecciona la problemática de las dinámicas de poder descompensadas en relaciones sentimentales, ahondando con complejidad y desconcierto turbia en las áreas morales grises de una pareja. Drama meta-cinematográfico sobre los preámbulos de un rodaje que va mas allá del suspense de reflejos entre matriarca y actriz llamada a encarnarla. Discurso fílmico cargado de lecturas y dobles sentidos, donde forma y fondo ofrecen apariencias dispares pero se relacionan con coherencia, ofreciendo una bruma tonal tan desconcertante como hipnótico donde entran en juego tanto un humor negro ligero como el erotismo macabro o el histrionismo desgarrado del melodrama. Un graduado y medidísimo pelado de las capas de la cebolla, donde la violencia y la tensión palpitan desde el primer fotograma sin nunca explotar, y la revelación de los mecanismos de mantenimiento del opresivo ecosistema familiar Atherton-Yoo es graduada y nunca subrayada. Cárcel transparente de costumbres familiares de protocolo marcial en la que viveros con orugas reflejan cuál metáfora a pequeña escala el control obsesivo que el personaje de Julianne Moore ejerce sobre sus hijos y marido. Jardín de humanos podado a diario, donde se limita el crecimiento. Ambas Portman y Moore, dando vida a personajes reprobables, de carácter o peligrosos y animadversión instantánea con mas concomitancias de la que ninguna estarían dispuestas a reconocer, están pletóricas, pero el gran personaje de la cinta es ese marido interpretado por Charles Melton, que se sofistica conforme progresa el metraje. Pese a la seguridad física que transmite, queda finalmente claro que es un niño que lleva 20 años congelado en los 13 años. Entorno tóxico artificialmente configurado y resguardado que la actriz asume mimetizando la manera de maquillarse o mirarse al espejo, pero también seduciendo a un muchacho de instituto en una conferencia o tocándose en el almacén de una clínica veterinaria, escena del crimen carnal. Denso paisaje de perversión moral, donde la bruma de la humedad veraniega, las formas adornadas de la televisión de los 70 o la música rescatada de Michel Legrand se combinan para ofrecer nueva vida de marcada personalidad, en otro ejercicio posmoderno del impagable Todd Haynes. Quizás nos encontramos ante el que será el mejor estreno del 2024.
No ha sido tan habitual en tiempos recientes la presencia del realizador alemán Christian Petzold en San Sebastián. Este año lo hizo por motivo doble: por un lado, integraba el jurado de la Sección Oficial, y por otro, presentaba en Perlas su aplaudido último trabajo: Cielo rojo, co-protagonizada por Paula Beer y merecedora del Gran Premio del jurado en la pasada Berlinale. Un trabajo que, tras aquella debilidad personal que fue Ondina, prueba que el director se encuentra en el mejor momento de una ya extensa carrera. Obra de cámara campestre de apenas un cuarteto de personajes, donde se cruza el deseo, el resentimiento y la envidia y se carga la atmósfera de carga simbólica. Cine ligero lleno de subtexto para una posterior reflexión, donde las formas declaman con claridad meridiana aquello que las palabras solo dejan entrever. Convivencia casera y divagar por la costa entre manuscritos y paseos en bici de diálogos directos en un recorrido de aparente sencillez y concisión pero con madura sutileza. Y sobre todos los personajes, un abrasador incendio anega el espacio, la imagen, la conciencia de los personajes y el baúl de la memoria. Otro ejemplo más en el cine del alemán de uso maestro de una única melodía presente de modo intermitente entre el silencio del filme sin que llegue a saturar por repetición, bañando de estilo, misterio y encanto la evolución de los personajes. Comedia con tensión sexual que desemboca en tragedia y desgarro a través de una mutación pausada y orgánica. Película contenida de personajes reales y control sin aspavientos, que reafirma a Petzold como uno de los directores mas sorprendentes de la Europa contemporánea.
Quizás el conjunto de perlas mas satisfactorio en un trienio, trabajos de realizadores contrastados que, lejos de despedirse o verse relegados a un segundo plano, demuestran estar en plena forma. Todo sumario y reflexión global de la sección en conjunto ha de ser prudente en tanto gran parte de la misma quedó sin cubrirse, pero las opiniones recabadas siguen probando que Perlas seguirá siendo un receptorio fuerte de los reclamos mediáticos de la sección. Ya sólo queda afanarse para que aquellas secciones de estrenos puros puedan estar a la altura.