De nuevo he colaborado con los muchachos de Videodromo. Ha sido para hablar de una ópera prima que adapta una obra de teatro; The humans de Stephen Karam. Disfrutadla.
The humans– El bisturí de cuatro paredes
El debut en la realización de Stephen Karam propone un ácido retrato familiar desde el prisma sonoro y visual del espacio cerrado que transitan, con unos resultados tan sugerentes como moderados.
Conflicto generacional a peldaños
Las familias son un rico caldo de cultivo cinematográfico para estudiar diferencias de filosofía y problemáticas de convivencia entre seres humanos de distintas generaciones. Rica es la tradición audiovisual de reunir a un reducido grupo de personajes y confrontarles en un espacio cerrado, coordenadas en las que opera el último estreno de Filmin. Stephen Karam nos encierra en un modesto y pendiente de amueblar apartamento de Manhattan con seis personajes en The humans, largometraje distribuido por A24 que tuvo su premiere en el pasado festival de Toronto de 2021. Tres generaciones distintas con sus respectivas brechas de desconexión emocional y social, con un reparto atinadísima con integrantes del talento de Steve Yeun, Bennie Feldstein o el siempre sutil Richard Jenkins. Un encuentro de tensión permanente en ascenso gradual pero siempre implícita, aflorando aún incluso en sus últimos momentos de humor ácido. Una confrontación dialéctica en la que, sorprendentemente, se habla bastante poco.
Las discrepancias se manifiestan no sólo a través de la palabra, sino a través de la colocación de unos respecto a otros en encuadre y, he aquí el rasgo formal mas jugoso, de su ubicación espacial en una casa con distintos niveles. El piso cuenta con una escalera que divide los dos niveles del apartamento, y la tensión se manifiesta en múltiples secuencias situando a diferentes personajes en alturas enfrentadas. Y para esta estrategia se hace uso de los dos principales puntos de tensión: el personaje de Feldstein, anfitriona de esta torpe velada, y sus reticentes padres. Una tensión permanente presentada de manera serena, dónde el núcleo de las desavenencias es la precariedad juvenil de unas nuevas generaciones que desprecian soluciones laborales quizás menos ambiciosas para ir a penar a grandes núcleos urbanos, despreciando así la vida pasada de unos predecesores cuya situación económica ha sido mas holgada. El contraste entre los perfiles familiares presentes en la cena (con sus respectivos perfiles laborales para contrastar filosofías personales) y la identidad judía de este grupo humano aflorando en su preparación de la cena y conversaciones son los mayores elementos de interés de un filme tan seductor como escaso.
La rotación crispada
Contra todo pronóstico, allí donde su ADN permitía esperar una propuesta centrada en la dramaturgia y el trabajo interpretativo (este también está presente, claro), The humans ofrece una inquietante riqueza formal. La casa es tan determinante en el relato como su sexteto de personajes, y se retrata en todos sus parámetros y recovecos mediante estilizados encuadres. Se apuntala el sentimiento de incomodidad de la familia a través de una elegancia fría en el lenguaje de cámara. Pariente de los códigos estéticos de otros proyectos de A24, abunda una querencia por los planos generales con óptica angular, filmados desde una cierta distancia y con los personajes empequeñecidos en estancias sin amueblar con techos altos. Y los movimientos oscilan entre planos fijos en trípode y calculados movimientos pausados de desplazamiento estable y unidireccional.
Se acompaña al desplazamiento de personajes con travellings de seguimiento frontal pero, mayormente, sorprende la decisión de utilizar travellings circulares de 180º, que no tienen reparo en ocultar a sus personajes durante múltiples segundos de su pausado recorrido con paredes. Ritmo lento y manierismo visual para aportar una estética de esencia enrarecida, que aporta matices de desangelada mecanización, muy procedentes para una narración que transmite las dos frialdades que acucian a los personajes: la que separa a unos personajes que no acostumbran a tratarse recientemente y guardan resentimientos, y la que les baña en un espacio incómodo inadecuadamente calentado al que sus nuevos inquilinos aún no se han aclimatado. Unas formas elegantes si bien cerebrales que hacen las veces de contrapunto de un fondo un tanto rígido.
Silencios y alcantarillado
Aproximados los personajes y la cámara ante la que maniobran, resta analizar el tercer apéndice de la ecuación: el espacio físico que delimita la acción. La casa blanca y liviana, un modesto y poco acogedor apartamento (si bien bastante amplio) de techos altos pero poco luminoso considerando sus amplios ventanales. La escenificación física del gran engaño de quien se muda a la urbe: el piso es aparente y se encuentra en zona de influencia, pero tan demandada que los edificios se hacinan entre sí y este está mal asistido. Y Karam opta por acierto por transmitirnos audiovisualmente las sensaciones de esa casa: un espacio silencioso donde resuena el alcantarillado, capturado en un abanico de planos detalle de tubos, puertas, radiadores o bombillas, con pausados y sofisticados movimientos de cámara para capturar detalles de las paredes. En muchas ocasiones escuchamos a los personajes, pero la casa ocupa el plano.
Apuntes variados que, como ven, demuestran que nos hallamos ante un título con personalidad en el que, lamentablemente, nada fructifica en su plenitud. Las formas son atractivas, pero se limitan a ser un envoltorio de un fondo demasiado restringido por sus decisiones tonales. La conexión con los personajes es reducida, y aún si nos pueda interesar su dialéctica la implicación emocional con ellos es nula. Si iniciamos una aventura de 90 minutos con tan poco ingredientes, mas vale que estos se encuentren en la mayor sintonía si no deseamos que la experiencia torne reiterativa.
En suma, este nuevo estreno de Filmin nos descubre la mirada de un cineasta que aún debe pulir sus herramientas y enfoque, pero que permite vislumbrar potencial.
Néstor Juez