Un servidor tuvo el placer de asistir del 8 al 11 de Marzo a la Novena muestra de Cine fantástico SYFY, presentado de nuevo por Leticia Dolera y trasladado este año al Callao. La experiencia fue provechosa, la calidad media de los filmes proyectados durante esos días (servidor visionó nueve de las dieciséis, entre ellas el desastroso telefilme Stonehenge Apocalypse en la sobrevalorada sesión Trash), de entre los cuales cabría destacar la recientemente analizada en este blog Hobo with a shotgun, fue bastante honrosa, pero también percaté que en lo referente a zombis y cine apocalíptico , la muestra evidenciaba un estancamiento narrativo claro y una reiteración de antiguos y manidos esquemas.
Tras el estreno el jueves con la deplorable John Carter (que sólo obedecía a una estrategia de márketing que buscaba afianzar una adiencia numerosa para los próximos días ofreciéndoles un estreno taquillero como primer plato), el viernes se puso en marcha el programa de este año , ambientado, cómo no podía ser de otra manera , en el fin del mundo. Este día fue el más provechoso pues se proyectaron las mejores películas de la muestra, las cuales además diferían mucho entre sí.
La primera película en proyectarse fue la alemana Hell dirigida por Tim Fehlbaum y producida por Roland Emmerich, que situaba la acción en una Tierra que en el año 2016 se ha quedado sin agua y los supervivientes vagan por un mundo destruido , asolado por el sol y dónde cualquiera es un enemigo. La calidad técnica de la película era envidiable, y la recreación de ambientes muy acertada, pero la cinta resultaba monótona al no cambiar la atmósfera de tensión en nigún momento, y en realidad no dejaba de ser una película claramente inspirada en The Road y similares que además de no ofrecer ninguna variante a este cine apocalíptico ofrece un peor resultado. En la siguiente sesión se proyectó posiblemente la segunda mejor película del SYFY, Stake Land de Jim Mickle, una película indie americana dónde un niño, narrador de la historia , se desplaza con un hombre y demás desamparados que se añaden a la causa en dirección a Cánada, estando siempre alerta para defenderse de una plaga de Vampiros Zombies que asolan ahora la Tierra y cada noche atacan por sorpresa. La cinta resulta ser una simpática «road-movie» acompañada de zombis sanguinarios realizada con mucha profesionalidad y logrando una gran calidad técnica con pocos medios pero al final el espectador acaba echando de menos a los vampiros cada vez que no están (aproximadamente la mitad del metraje) y descubre que el cine de zombies es un género tan simple que ya no da más de sí y esta película no difiere mucho de Bienvenidos a Zombieland y demás intentos de regeneración, en este caso mediante la edulcoración y la típica historia de superación personal. A las 10 se proyectó el tremendo éxito de público Hobo with a Shotgun y se cerró a las 12 con la sesión Trash, que sin duda es graciosa pero no lo suficiente cómo para compensar la hora y media de horrible telefilme sobre piedras móviles destruyendo el mundo.
El sábado fue el día más prolífico en cuanto a películas proyectadas, y supuso la irrupción en la muestra del género de terror y la propuesta de cine de autor como contrapunto en la forma del último trabajo de Abel Ferrara, la intimista y filosófica 4:44 last day on earth.
Tras el estreno a las 12 de Lorax , en busca de la trúfula perdida , cuya proyección al igual que la de John Carter respondía a fines comerciales (buscando llamar la atención del público infantil en este caso) , se proyectó a las 4 The prodigies de Antoine Charreyron en 3D, la película de animación europea más cara de la Historia. Información que produce lástima pues el resultado es una película realizada en una animación videojueguística más bien fea al servicio de una trama irregular y confusa, donde lo único salvable es un buen logrado ritmo de película de acción. A las 6 se proyectó la coproducción méxicana-española de terror Atrocius, que un servidor no visionó, y a las 8 se proyectó otro de los puntos fuertes de la muestra, la muy bien acogida en Sitges The Woman de Lucky Mckee. La cinta presenta una alta calidad técnica y su historia por inusual que sea resulta creíble, consiguiendo que una película indie devenga en un thriller de horror gracias a un final gore terriblemente realista. Y ahí radica el gran defecto de la misma : las virtudes de la misma no descompensan la crueldad de la premisa (los fríos personajes masculinos se destapan como unos sádicos maltratadores de mujeres) y la cotidiana quietud de mediados de película se olvida con el desagradable desenlace. A las 10 se proyectó la cinta de terror de dirección española Apollo 18, que no visioné. La jornada se cerró con el contrapunto autoral , la película de Ferrara. La trama enfocaba el fin del mundo desde un punto de vista distinto, preguntándose cómo vivirían sus últimas horas de vida Willem Dafoe y su pareja en un piso. Esta breve película resulta realista y su visionado es beneficioso por su humanidad, pero no ofrece niguna reflexión que El Árbol de la vida no plantease con mejores resultados, y además de ser barata se aprecia que Abel no ha dedicado ni mucho tiempo ni mucho esfuerzo en realizarla (triste fue el uso de vídeos de youtube en el metraje). Además la película desentonaba completamente con el tono de la muestra.
El domingo, último día, se proyectaron a las 4 y a las 6 dos clásicos imperecederos de la ciencia-ficción como Últimatum a la Tierra y El planeta de los simios, para proseguir con la película de terror fantasmal americana The innkeepers de Ti West, que un servidor no visionó. A las 10 se clausuró el noveno SYFY con la comedia española Lobos de Arga de Juan Martínez Moreno, posiblemente la más aplaudida junto a Hobo… y The Woman. Esta eficaz comedia, que cuenta con el buen hacer de un plantel de eficaces actores (espectacular el acento gallego que logra Carlos Areces) combina hábilmente con el cine de terror, ambientándose en una aldea maldita plagada de hombres lobos que aunque típicos en la forma están muy bien logrados gracias a unos competentes efectos especiales y a un maravilloso maquillaje, rindiendo así un homenaje a las películas de Paul Naschy. Sin embargo el desarrollo y desenlace de la trama son típicos y predecibles, y muchos de los gags y frases cómicas resultan forzadas. Sin embargo fue una perfecta opción para clausurar el evento.
Asistir a un SYFY es una experiencia interesante que recomendaría a cualquier cinéfilo abierto a cualquier alternativa, sobre todo por el comportamiento del público, que transforman el visionado de cualquier película en un delirio desternillante.