Una de las mayores víctimas del que sin duda fue un cuadrante deficitario, confeccionado con pocas horas de investigación y a contrarreloj, es la poca atención que pude dedicar a la sección más popular del festival, y la que tantas alegrías me ha deparado en el pasado. La sección de Perlas, aquella dedicada a ofrecer en primicia al público de la ciudad algunos de los títulos mas relevantes o condecorados de la temporada de festivales hasta el momento. Comúnmente, títulos mediáticos de Cannes o Venecia. En 2022 fue un auténtico rara avis cómo supuso una ocasión indicada para programar una amplia variedad de novedades del cine español. Cuatro largometrajes pude ver en esta sección, por lo que no pude descubrir próximos estrenos tan esperados como lo nuevo de Isaki Lacuesta, Rodrigo Sorogoyen, Kore-eda, Iñárritu, los hermanos Dardenne o Louis Garrel, entre otros. Muchas de ellas serán diseccionadas en el futuro cercano, pero por ahora centrémonos en los atractivos trabajos que pude degustar de esta sección.
4 títulos vi, y los cuatro programados en el pasado Cannes. El primero fue uno de los trabajos mejor valorados de la pasada Sección Oficial, un exponente más del siempre activo en festivales cine rumano: R.M.N., dirigida por Cristian Mungiu, que obtuvo la Palma de Oro hace quince años por 4 meses, 3 semanas, 2 días. Un despiadado, concentrado y lúcido estudio del germen del odio racial en Europa. La amenaza estremecedora de la integridad religiosa y genética de las comunidades cerradas, agresivo e intolerante mecanismo de defensa ante la desesperanza laboral y el abandono del sueño europeo. Una gélida disección de las mezquindades humanas, y un notable trabajo de gradación a fuego lento de la tensión grupal hacia un estallido devastador en la conclusión del filme. Un maduro trabajo de desarrollo en paralelo de conflictos dramáticos y tóxicas relaciones interpersonales, que capta con precisión la temible furia de las masas enfervorecidas. Largometraje de fotografía de tonalidades azuladas y ópticas angulares, que como sucede en otros ejemplos del cine rumano sienta cátedra de cómo coreografiar amplias cantidades de personajes en tomas de larga duración. Bien es cierto que para transmitir su discurso recurre a algunas actitudes de trazo grueso en los villanos, y que si bien es lícito usar música compuesta previamente para otro largometraje, apoyarse hasta cinco veces en la melodía principal de un clásico de Wong Kar-Wai para momentos de trascendencia dramática es un recurso demasiado fácil. Con eso y con todo, un filme duro pero muy recomendable.
También se programó uno de los trabajos mejor acogidos de la pasada Quincena de realizadores, ese estimulante cajón de sastre para nuevos creadores, autores menos mediáticos o propuestas mas arriesgadas. Una nueva película de una directora de conmovedor estilo con la que, pese a que no comulgaba en sus primeros trabajos, empiezo a experimentar una honesta seducción cinematográfica. Se avivó en semanas recientes con el estreno de La isla de Bergman, título del Cannes 2021, y se reafirmaba en Donostia. Se trata de Una bonita mañana, octavo largometraje de Mia Hansen-Løve. Una pequeña película de amor y turbulencias familiares tan aparentemente sencilla como hondamente humanista. Narración sobre la vida y a su vez, desde la contención y la elegancia naturalista, bañada de los ritmos y las sensaciones del cine. Una reconfortante perla que es tierna y emotiva sin llegar a ser nunca cursi, manipuladora ni meliflua. Una película de amores desgarrados que nunca abandona la sonrisa o el abrazo para mostrar los conflictos de sus personajes. Filme de puesta en escena desapercibida en el que ni un sólo movimiento de cámara se ejecuta sin criterio y delicadeza. Pero ante todo su mayor acierto es como trata un drama familiar contemporáneo sin reducirlo o simplificarlo pero huyendo de todo regodeo de pornografía emocional. Filme soleado, estival, de paseos y convivencias. Cine burgués francés para burgueses. Curiosamente, de mis predilectos. Película que no propone nada novedoso ni abrumador, y cuya sencilla y honesta naturaleza inevitablemente conllevará que a muchos espectadores, haciendo de menos su finura, les deje indiferentes. No nos hallamos ante una gran película, pero sí ante una de las mas bonitas (en el mejor sentido) del 2022.
Hubo ocasión a su vez de visionar uno de los títulos más aplaudidos de la pasada Un certain regard. Cine de época austriaco desde un prisma netamente contemporáneo, vehículo de lucimiento para la que quizás sea la más talentosa actriz del panorama del cine de autor. Me refiero a Corsage, realización de Marie Kreutzer donde la luxemburguesa Vicky Krieps interpreta a Sissi emperatriz. Un fino y efectivo tratado de empoderamiento femenino. Un estilizado trabajo de irreverencia refinada, de acidez vestida de seda. Provocación que no alza la voz. Un pausado y completo retrato de la mas asfixiante jaula de cristal, de las asfixiantes rutinas que debe atravesar una mujer condenada a cumplir el rol de símbolo. Minucioso y regio retrato de los absurdos protocolos y tradiciones que Isabel debe acatar a diario, sumida en una honda apatía y, pese a estar permanentemente rodeada, una incomprendida soledad. Una narración donde tiene especial sentido el proceso emocional prolongado en el tiempo, pues es la media hora final, sumamente catártica, la que da sentido al metraje previo. Anacronismos musicales y precisa filmación que contienen la descarada rebeldía que aguarda pero que ha de brotar. Ojalá el camino para llegar a ella hubiera sido algo más variado, o aderezado de mas elementos de interés o riqueza semántica. Un filme de clásica rabiosamente moderno, que llega pronto a nuestras carteleras.
Y como no podía ser de otra manera, en el Festival de San Sebastián se programa la última Palma de Oro. Y por segundo año consecutivo, una elección rodeada de polémica y, más aún en esta ocasión, con un enorme rechazo. Se trata de El triángulo de la tristeza, del sueco Ruben Östlund. Dos Palmas de Oro, una absoluta anomalía conseguida por muy pocos, y además por dos trabajos consecutivos, pues aún no había estrenado película desde The square. Una sátira salvaje y excesiva de las necedades y vicios de los ricos. Un exagerado, histriónico, ácido y calculado despiece inmisericorde de la imbecilidad contemporánea de muchos sectores sociales. Parodia en tres partes que apuesta por el espectáculo sin paliativos, por una experiencia de visionado intensa para un espectador que nunca podrá quedar indiferente ante lo filmado. Filme quirúrgico, higiénico en sus precisas formas fílmicas y de refinado cinismo en su uso de la música. Cruel propuesta que funciona en instancias de su guion y construye una primera parte eficaz e hilarante, pero que deviene ahogada en su exceso y soberbia. Una película tan efectista y amena como superficial en su discurso. Y tan ingeniosa como zafia y escatológica. Una propuesta que sin duda busca asquear y en la que es imposible conectar con sus repelentes personajes y situaciones, pero que en su enfoque de mofa transparente acaba limitándose a poner en escena aquellos espectáculos que busca ningunear. Por lo tanto, independientemente de la música que se escoja y de los encuadres medidas que se ofrezcan, no estamos lejos de Supervivientes, por lo que procedería valorarla de la misma manera. Una película interesante, y un visionado sin duda embriagador, pero nos hallamos ante el trabajo peor calibrado de Östlund, al que la Palma de Oro le viene enorme.
4 películas radicalmente opuestas entre sí en fondo y forma que demuestran el estado de forma de algunos de los más importantes autores contemporáneos, que permitieron intuir que aquella opinión generalizada de que no se dio la mejor edición de Cannes. Siendo sensatos, los elementos de reflexión siguen estando ahí, y pude ver poco recorrido de la sección para ofrecer una visión general completa de la misma. Pero aún con decepciones, nos permitió disfrutar de algunos de los visionados mas sensibles, revulsivos o comunalmente embriagadores de la semana. Una semana de la que aún queda mucha tela por cortar.