Cómo todo festival que se precie, San Sebastián incluye como una de sus prioridades encontrar nuevas voces en el panorama del Cine de autor, aumentando su prestigio gracias al trabajo de unos programadores que les permiten apuntarse tantos en forma de descubrimientos llamados a explotar posteriormente en otros contextos que siguieron la ruta que José Luis Rebordinos podrá proclamar que iniciaron. Y el entorno más propicio para llevar a cabo esta labor es el de la sección mas ignorada en términos de asistencia: Nuevos Directores, a su vez bastante denostada por la prensa. Sección que no cuenta con el favor del público o acreditados como las demás, y a su vez la que exige mayor valentía a la hora de investigar su oferta. En lo que a la cosecha del 2022 se refiere, si bien me perdí dos de los títulos mas atractivos, nos encontramos ante un reducido grupo de títulos de interés mayormente moderado pero en el que brillan dos brotes de sorprendente luz propia y convicción, que aún con sus deficiencias abrieron vías de análisis mas estimulantes que la mayoría de trabajos de la Sección Oficial. Descubramos, pues, los misterios de Nuevos Directores.
Pocos dominan mejor el cine sobre relaciones humanas, en particular las románticas, que los franceses, y no hay mejor ejemplo de esto que la película que ganó el premio de la sección: Fifi, de Jeanne Anslan y Paul Saintillan. Una película tan pequeña en dimensiones y objetivos como sabia y madura en la elegancia de su ejecución, con un aparato formal modesto pero un entramado tonal sugerente, vivo y bañado de una calidez humanista cada vez menos frecuente en el cine de autor contemporáneo. Historia de adolescentes que sabe entenderles, que les retrata sin paternalismos y con naturalidad, trazando sus hábitos e inquietudes caóticas en las que ya se intuyen comportamientos adultos. Una mirada estival, alegre y puntuada por comedia sencilla al nacimiento del primer deseo, donde ocasionalmente se entromete la música clásica para afianzar un elegante tono romántico. Una película sencilla, que en el sosiego y optimismo de su tono pareciera evocar la mirada libre de tormentos de sus pícaros amantes protagonistas. Una de esas películas de autor europeas que no descubren la pólvora, pero de las que seguiría viendo con gusto hasta el día que me muera. La presencia del cine francés en San Sebastián siempre es numerosa, y Nuevos Directores no iba a ser menos.
Como no podía ser de otra manera, el cine español fue representado en la sección con dos trabajos dirigidos por mujeres pero radicalmente diversos en sus formas. El mas atractivo de los dos, también premiado, fue el documental A los libros y a las mujeres canto, de María Elorza. Dinámico collage de exaltación literaria que se sirve de tradiciones y hábitos lectores para construir retratos de naturales perfiles femeninos. Un paseo por una generación culta contemporánea de mujeres bañado de reflexiones históricas y sociales que combina en su dispositivo fotografías, secuencias de archivo, fragmentos reconocibles de música clásica, entrevistas y voz en off. Una propuesta vibrante y fresca por la solvencia estilística de sus engranajes formales, pero que opta por quedarse en una confortable superficie de los temas tratados, mas disfrutable y habilidosa que verdaderamente trascendente. En las coordenadas del nuevo cine rural español se mueve Secaderos de Rocío Mesa. Un cuento infantil de familias humildes en el pueblo de La Vega de Granada que reflexiona sobre las desigualdades sociales de la España provincial y el desconcierto de las nuevas generaciones por el turbio porvenir mediante las formas del realismo mágico, poblando los secaderos de tabaco de entrañables monstruos imaginarios que permiten exhibir músculo al departamento de efectos especiales y dirección artística. Un remedo de reconocibles películas, todas ellas superiores en ideas y resultados. Inquietudes temáticas de Alcarràs dadas de la mano del léxico fantástico de El laberinto del fauno. Un cuento que mira a las pasiones y frustraciones de la adolescencia con unas claras intenciones alegóricas y un pertinente discurso sobre la falta de perspectivas laborales dónde ningún personaje queda especialmente profundizado, y su desarrollo nunca abandona rumbos preestablecidos, incapaz de dar pulsión a sus imágenes o de impregnar de personalidad o influjo sensorial a su montaje. Un título más oportuno que valioso, sin duda realzado por el contexto cultural que lo ha visto nacer. Una breve representación española en Nuevos Directores, pero provechosa para el análisis.
Si bien el cine latinoamericano también tenía su representación, así como un cine asiático que acostumbra a ser el que ofrece mas alegrías en esta sección, servidor se centró de manera no premeditada en el cine europeo, del que vio hasta tres títulos diferentes. Ubicándonos al este nos encontramos con propuestas endebles como son la moldava Carbon de Ion Borș y la croata Garbura de Josip Zuban. La primera, apoyada desde su fase de proyecto por el festival, dónde fue presentado el concepto hará algunos años, propone una suerte de comedia bélica sobre las escisiones de Europa del este que hibrida el tono y las formas de Wes Anderson, Javier Fesser y Jean-Pierre Jeunet. Singular experimento tonal de comedia negra de encomiable personalidad geográfica, que desde el costumbrismo satírico logra hacer un diagnóstico certero de los abismos de la guerra, recurriendo al absurdo como representación de la impotencia y el abandono en unos territorios faltos de esperanza. Ofrece resultados modestos en construcción de personajes o efectividad cómica, eligiendo un registro zafio y machista que nunca es capaz de hilar instantes de ingenio. Trabajo que tiene asegurado estreno comercial, pero que se debe a sus apariencias y distracciones estilísticas para aparentar mas enjundia de la que esconden sus imágenes. La segunda propone una narración tan pertinente como poco habitual, pues mira a la cotidianidad del núcleo familiar para escarbar sin piedad en la idiocia generalizada de nuestra dependencia total hacia las nuevas tecnologías. Una disección del ridículo humano no exenta de crueldad en su mirada, capturando la mezquindad del comportamiento de hombres y niños desde la crudeza del naturalismo y la escala del barrio humilde. Una película que, sin embargo, no pasa de curiosa, planteada en una irrelevante sucesión de planos medios frontales estáticos que se desarrollo sin tono ni tempo. Y de escandinavia vino la danesa Den Store Stilhed de Katrina Brocks: un drama de culpas y rencores familiares escondidos en el seno de un convento de monjas. La institución eclesiástica como refugio de conciencia para aquellos que cargan las mayores desgracias, y que tienen en el hábito la manera de esquivar y aislar sus consecuencias en tu entorno afectivo. Un filme estéticamente llamativo, con encuadres cuidados y secuencias envolventes a nivel atmosférico. Con todo, un trabajo que se sirve del léxico del terror pero que no se atreve a serlo en su fondo, apoyándose en efectismos estetas gastados, fáciles de prevenir. Un trabajo que traslada a Europa las estrategias formales de A24, mucho mas superficial y aparente que lo que su afectación procura transmitir. Diversidad europea que abunda siempre en Nuevos Directores, con más semilla que fruto.
Y de Asia vinieron la que fue la película mas pobre de todo el festival, pero también uno de los mas estimulantes descubrimientos. La primera es la india Pokhar ke dunuu paar, de Parth Saurabh. La primera propone un drama social de hastío y falta de alternativas u opciones en la India rural. Falta de expectativas laborales para jóvenes envueltos en tejidos familiares que se resienten. Tiranteces de una pareja entre hastío rural en un drama de tierna lírica, pero sumamente intrascendente en tono, atmósfera, ejecución visual o enjundia narrativa. Una película de la que es difícil recordar absolutamente nada, ni encontrar elementos artísticos o visuales que analizar. Podemos hablar de ella como película en tanto la componen imágenes y sonidos que construyen un argumento. Y la segunda es la nipona Nagisa de Takeshi Kogahara. Sin duda la mejor película de Nuevos Directores. Una oscura, en forma y fondo, e íntima propuesta. Un drama fantasmagórico de seductor suspense, que aborda el desgarro desde la incertidumbre del fantástico. Un tratado sobre la presencia ubicua del amigo añorado desde el despiece temporal. Un viaje silencioso y pausado que bascula entre lo onírico y lo recordado, esbozando la posibilidad del duelo en su joven protagonista, orbitando alrededor de un mismo espacio en el que se repite una y otra vez una escena similar que queda imbuido de un aura mágica. Una película delicada y deliciosamente críptica, que hace de su debilidad virtud al utilizar su modestia de medios y dimensión de obra pequeña para brindarnos un cuento árido en su apariencia pero convencido en su personalidad y de un impacto emocional encomiable.
Sonsacamos de Nuevos Directores un compendio de trabajos modesto en la fuerza de sus resultados y decepcionante en cuanto a variedad de estilos o personalidad, novedad o convicción en los discursos de estos nuevos creadores, pero con un puñado de reconfortantes y sugerentes ejemplos para seguir compensando el riesgo de probar suerte sumergiéndose en la sala oscura de las proyecciones del Kursaal 2.
Comentarios
Un asiduo al Festival de San Sebastián como Néstor nos muestra que estos eventos sirven realmente para más que el lucimiento del ego en la alfombra roja, en tanto que descubren nuevos talentos. Eso sí, los críticos se tienen que empachar de mal cine antes de encontrar una perla y esta, lo habéis adivinado, estuvo siempre en la concha de su madre.