Penúltimo día del festival y, ya concluida la Sección Oficial, momento de culminar sensaciones en otras secciones y recuperar títulos que habían quedado rezagados. Una oportunidad de contrastar los primeros pases de nuevos creadores, así como uno de los pocos días en los que pudimos disfrutar también de cortometrajes. Viajes en coordenadas asiáticas, latinoamericanas y vascas para centrar la mirada en la memoria y en la descendencia. Pero centremos el tiro.
Por la mañana fue el momento de encontrarnos con otro de los títulos de Horizontes latinos, presentada por vez primera en la Quincena de realizadores del pasado Festival de Cannes: El empleado y el patrón, producción uruguaya de Manuel Nieto Zas. Un drama sereno en singular espacio que pone el foco en la intensa y ambigua relación bañada de tensión, confianza o afecto entre un joven productor rural y el conflictivo trabajador de sus terrenos. Una historia en entorno rural sobre las idiosincrasias de las comunidades pequeñas, los conflictos de clases o la gestión del dolor en ambientes familiares. Un trabajo de retazos, de prometedores apuntes: hay una rica descripción psicológica de sus personajes (Biscayart lidera un reparto inspirado) y una compleja dinámica trazada entre ellos. Y especialmente, destaca la sensibilidad y cuidado con el que se filma el vínculo hombre-máquina. Pero en última instancia es un filme tibio, de escasa fuerza emocional y mermado impacto argumental, que se queda a medias en todos los frentes (particularmente decepcionante resulta su manera de articular los accidentes en la historia, acertadamente poco ceremoniosos pero muy recurrentes). Aún con eso, podemos tener un prometedor realizador entre manos.
Tras muchas horas de ingesta, reflexión y pausa no deseada retomamos la marcha a primera hora de la tarde para probar suerte con uno de los títulos más desconocidos de la sección Perlas: Re dai wang shi, producción china dirigida por Shipei Wen que se presentó fuera de concurso en el pasado Cannes. Enredos nocturnos en viciados entornos criminales de la China urbana a través del tiempo sustentados en la coincidencia y la causualidad. Thriller cargado y sudoroso de deudas y malentendidos en persecución recurrente. Una explosiva experiencia que aturde, un torbellino estético que discurre por la vía del cine de acción chino de esta década pero que es capaz a su vez de construir una personalidad propia. Una propuesta que destaca por su misterio atmosférico y por su aparato formal, con un vibrante juego con la niebla, los reflejos, los neones y los intensos verdes y rojos. Una película desconcertante embebida de un toque de absurdo (hilarantes resultan algunos apuntes musicales) y un aura mágica, alucinada. Un puzzle un tanto confuso a nivel narrativo, pero poderoso en su puesta en escena. Es cierto también que es uno de los tres filmes del festival (junto a Haruharasan y Petrov’s Flu) que realmente debería volver a ver por no presenciarlos de manera adecuada, en este caso por los azotes de Morfeo. Con todo, un visionado recomendable.
Continuamos con otra incursión en Zabaltegi de la mano de la única sesión compuesta por cortometrajes a la que asistí en todo el festival: en primer lugar, el cortometraje vasco Heltzear de Mikel Gurrea, vista por vez primera en el Festival de Venecia. Un trabajo interesante en tanto supone una mirada delicada y contenida al conflicto vasco y a los años calientes de ETA. Un drama callado, un seguimiento introspectivo a una muchacha preocupada marcado por la escalada deportiva como metafórica vía de superación. Atractiva fotografía granulada en un trabajo que quizás eche en falta un cierre mas contundente. Después vino Le cormoran de Lubna Playoust, el trabajo que más me convenció de los tres. Madre e hijo jugando en una isla distante donde se dan cita diferentes generaciones familiares, y el ayer se refleja en el ahora. Un ejercicio cuidadoso y muy sensible, con un refinado lenguaje cinematográfico para combinar momentos temporales en un mismo plano o jugar a nivel expresivo con la vegetación en el contexto del juego del escondite. Y acabó la sesión con el mediometraje Les filles du feau, de Laura Rius. Un ejercicio semi-documental sobre un reencuentro entre un grupo de amigas para superar, desde el lugar de los hechos, las heridas de un conflicto pasado que las separa desde entonces. Un trabajo planteado desde el respeto y la sabiduría de saber escuchar, dejando que el trauma coja forma a través de la reflexión, y que comprende la importancia de los lugares para transmitir la dimensión de lo ocurrido. Sin embargo, es un trabajo formalmente bastante pobre, que considerando su metraje resulta algo reiterativo y tampoco remata con contundencia.
Y para cerrar el día de nuevo nos pasamos por Zabaltegi para una doble sesión con dos películas: un cortometraje y un largometraje. En primer lugar, detengámonos en Nanu Tudor, trabajo de Olga Lucovnicova que recibió el Oso de Oro a mejor cortometraje en el pasado Festival de Berlín. Un afectivo y sereno documental que supone un regreso al hogar de infancia y un reencuentro con la familia. Una elegantísima manera de tratar el trauma como una conversación con un tío agresor al que no se demoniza. Un trabajo de diálogo entre víctima y agresor construido antes desde el deseo de entendimiento que desde el rencor, y que construye su grandeza desde su posición para encuadrar: Tudor está presente a través de la voz, pero o bien se encuentra fuera de campo o bien tenemos una silueta lejana o desenfocada. En su trabajo de encuadre encontramos la grandeza de este excelente película, que impregna de un aura fantasmagórica rincones, ventanas y cuadros de la añeja casa de la generación previa a Lucovnicova. Afrontar el dolor para sanar, sin perder de vista lo importante que es el hogar de infancia y el entorno humano en el que formamos el ser. Una de las grandes películas del festival.
Inmediatamente después se proyectó una de las películas mas aplaudidas de la Un certain regard del pasado Festival de Cannes: Un monde, debut en la dirección de largometrajes de Laura Wandel. Un despiadado estudio de las dinámicas de jerarquías, fidelidades y reafirmaciones personales a través del abuso en el entorno escolar, y en concreto en ese hostil escenario que es el patio del recreo. Otra de esas elegidas películas capaces de recrear la mirada de un niño. Y en este caso, de definir la duda, dolor y conflicto interno de una niña reservada. Un ejemplo encomiable de coreografía de cámara en un mundo de niños, con una apabullante inmersión en los diferentes espacios de la escuela a la altura de los chiquillos en inmersivas tomas largas que les acompañan. Todo un acierto el diseño de sonido, que eleva al máximo los ruidos de un patio para representarlo como un lugar salvaje, hostil. Fascinante el trabajo interpretativo de Maya Vanderbeque, planteado íntegramente a través de miradas cargadas de significado. No creo que fuese un acierto considerar Un monde un filme sobre bullying pero tiene una fuerte presencia, presentada de manera muy cruda. Su presencia está justificada, pero algunas situaciones se construyen desde un tremendismo algo maniqueo en el retrato de algunos agresores (sorprende tamaña virulencia al aire libre, en un colegio supuestamente vigilado). Con todo, una de las películas mas logradas de las que pude ver durante el festival.
Otro día breve y acompañado del inherente sabor amargo de la despedida pero mas lúcido en análisis y mas provechoso en recogida fílmica. Un día de compromiso con el cine mas pequeño y mas ignorado por el discurso mediático en detrimento de títulos mas populares que seguirán captando el foco en los próximos meses, y una demostración perfecta de que los cortometrajes merecen mucha mas atención de la que solemos dedicarle. Seguimos informando, pero ya por poco tiempo.
Comentarios
Néstor no perdona ni los cortos y ni corto ni perezoso, pues no es ni lo uno ni lo otro analiza corto y largometrajes. Corto. Si viene Morfeo, se pone las pilas (Tudor) y desmenuza un puñado de cortilargos en un periquete. Zas! Ahí os va!