Primer año claro de consolidación de la normalidad cinematográfica en sus diversos mercados y escaparates cinematográficos y, como viene siendo tradición desde 2017, acudí alentado por la compañía de amigos y el encuentro con familiares a una de las citas cinéfilas más especiales de octubre: la visita durante un fin de semana a Valladolid para disfrutar de una muestra de lo que ofrece ese año la veterana SEMINCI, esa Semana Internacional de Cine que, por última vez en 2022, fue dirigida de nuevo por Javier Angulo. Dos días en los que, además de mantener un ojo echado en las Jornadas de Mujeres en la crítica organizadas por Caimán Cuadernos de Cine (donde fue un honor ver participar a algunas amigas), pude analizar y sumergirme en algunos de los ejemplos de lo que fue la programación mas portentosa del evento en el último lustro. Un recorrido por distantes coordenadas geográficas en los que los géneros cinematográficos suponían un contorno que desbordar y confrontar para encontrar la veta emocional y estilística mas adecuada para los relatos. La 67 Seminci dejó atisbar la decadencia de Cannes tras una edición de 2022 decepcionante en varios frentes, pero de la que algunos de sus trabajos mas valiosos fueron recuperados aquí. Sirva esta entrada como reflexión de algunas de las recompensas cinematográficas sustraídas de la leve estancia, la cual no puede mas que ser una parcial e incompleta mirada del mosaico completo que se trazó durante la semana.
Si bien el Festival de Cannes otorgaba el grueso de la programación, el Festival de Venecia también estuvo representado con, entre otras, la italiana L’immensità, dirigida por Emanuele Crialese y con Penélope Cruz en el reparto, interpretando a la madre de la protagonista. Un ejemplo más de autoficción, con un drama que mira a la infancia del cineasta. Un filme familiar tierno y trágica, que arma su mosaico familiar desde una atención por los gestos y protocolos de la Italia de la infancia de Crialese. Madre e hija purgadas de sus vías de escape, en el que sendas personalidades femeninas se comprenden desconectadas de un entorno que las aísla u oprime. Drama que reflexiona sobre las trágicas consecuencias de la concepción normativa de lo masculino y femenino. Sensible integración de la música, si bien retrata algunos roles y contextos desde el arquetipo, y posiciona al espectador dibujando a los personajes «indeseables» como antipáticas carcasas. Nos enmarca, fuera de duda, en un escenario en el que la familia tradicional de la Italia de los 70 hace las veces de cárcel vital. Encomiable Pe y eficaz evocación de emociones a través de la música de la época, pero edifica su discurso sobre la base de enfrentar a madre e hija magnéticas con varones de cartón. Tal vez por el momento vital en el que me encontraba, dejé escapar lágrimas puntuales en secuencias en los que el escapismo musical refuerza la emotividad, pero en el que Pe e instantes sensibles son partes que en su suma son mucho mas que el todo, un tanto convencional y anquilosado.
Es tradición inaugurar la semana con un estreno patrio, y la elegida en esta ocasión fue No mires a las ojos, adaptación de la novela de Juan José Millás dirigida por Félix Viscarret y protagonizada por Paco León. Los dilemas morales de un observador fantasma. Un hombre invisible, que se afana en resguardar más allá de lo legal o razonable, y que vive encerrado en una propia ficción onírica que se sirve de los códigos de la entrevista televisiva. Un ¿buen tipo? encuentra sentido a su vida observando a los demás, aceptando encarnar el rol de espectro del armario. Thriller que desarrolla los anhelos e inquietudes de un singular perfil psicológico singular. Retrato psicológico ingenioso trazando traumas del pasado. Eficaz cuando pregunta y muestra al protagonista como espectador, más roma cuando él interviene y pone en imagen sus dudas. Eficaz tono e inquietante punto de partida que, lástima, se torna burdo cuando explicita la naturaleza de sus imágenes y deriva el conflicto al deseo sexual y a las intenciones aviesas. El demente protagonista de León, de inesperado acento gallego, es un elemento desconcertante y fresco, pero toda posibilidad de jugar con el potencial fantástico de su conducta en la casa ocupada se diluye en aras de un conflicto tórrido efectista y truculento, que muestra poco cariño hacia sus personajes y reduce su complejidad.
De Sundance nos llegó la única película norteamericana que pude ver durante el fin de semana, la indie Palm trees and power lines, programado en la sección de nuevos cineastas Punto de encuentro y dirigida por Jamie Dack. Abismos y tentaciones del enganche emocional en la adolescencia, y las sombras y desgarros del despertar sexual de aquella niña que empieza a ser mujer. Desnudo drama que captura en toda su densidad el tedio de los espacios desangelados de la América profunda, retratando las incomunicaciones juveniles con una sordidez lejana a la crueldad, desarrollando los conflictos de unos personajes complejos y guiándote con toda naturalidad por cada una de las fases del enamoramiento, el golpe de realidad y el cuelgue. Un trabajo pequeño que se sirve de la crudeza devastadora de la realidad naturalista para sumergirnos en un ecosistema rural sin alicientes ni esperanzas, en el que la violencia de género o la manipulación sexual emerge inesperada como amenaza de la que escapar. El romance tenebroso como auxilio del tedio y el resentimiento filial. Sordidez calibrada, desnudez y callejones afectivos sin salida trazados con matices, quirúrgica desnudez formal y personajes incomunicados. Una película de secuencias terroríficas y extrema congoja, sin tener que forzar el registro o crispar las actitudes para ello. Una de las propuestas estadounidenses mas valiosas de los últimos meses.
Es habitual en la Seminci que los largometrajes se proyecten antecedidos por un cortometraje, y la mejor película que pude ver durante mi estancia se vio precedida por la española Por la pista vacía, dirigida por Pablo García Canga. Todo un lucimiento interpretativo para Bruna Cusí, única intérprete presente ante la cámara. La dolorosa expiación del recuerdo amoroso mediante un audio eterno en perpetua re-elaboración. Bruna Cusí nos permite visualizar el recorrido completo de una relación tan solo con su voz, un espacio y un teléfono. Toda una cátedra del recuerdo, el cariño o la frustración a través del rostro. El pasado relacional invocado con la palabra. Un patio, un móvil y audios no enviados para retratar la dura resaca de la memoria tras la separación, con una Bruna Cusí embriagadora desde el plantel gestual de su rostro. Un ejercicio mas teatral que cinematográfico, quizás, y que en su empalagoso ensimismamiento lírico abandona un realismo que era desde el principio su punta de lanza, pero el cuidado de su guion y la entrega de Cusí hacen del visionado una experiencia muy gratificante.
Preponderancia clara de títulos de Cannes durante el fin de semana, donde brilló como un astro propio la polaca Eo, nuevo trabajo tras años de silencio del veterano Jerzy Skolimowski, galardonada con el Premio del Jurado y posteriormente nominada a Película Internacional en los Premios Óscar. Vagando sin rumbo por el páramo europeo en una oda animalista cruda, de un histrionismo sensorial tan sorprendente como hipnótico. Una de las películas de mayor energía, personalidad y arrojo del año, especialmente sorprendente considerando que procede de un realizador octogenario. Como crítico no puedo mas que aplaudir esta ambición e inquietud artística, y que para enunciar esta crítica a la sociedad europea contemporánea con ecos de Al azar Baltasar se afane en encontrar un vocabulario visual propio,, muy apoyado en drones, rotaciones y planos subjetivos. Visceral, conmovedora y valiente viaje por la vida de un burro de mano en mano, de sonidos y colores expresivos e imágenes libres, que busca visualizar su mirada e incluso su manera de procesar emociones mentalmente. Un empático viaje de aturdimiento. Desorientación desde el aparato perceptivo de un asno. Ejercicio que desde el el plano subjetivo, el foco crítico o el uso colores intensos, así como mediante el aislamiento sonoro para una valiente experiencia emocional, abre rumbo para ponerte en la piel del asno del título, intentando con éxito que interpretemos la realidad desde dentro del burro, a través de su sistema nervioso. Película que también es morbosa y grotesca en su tono, lo cual le ha brindado criticismos razonables. Pero negaré que es el largometraje que mas deleitó a este crítico en Valladolid, y al igual que hiciera Cahiers du Cinéma, incluyo Eo entre las diez mejores películas del 2022.
De Cannes también llegó la última realización de uno de los realizadores más venerados por la crítica de festivales del nuevo siglo: la surcoreana Decision to leave/Heojil kyolshim de Park Chan-Wook (recordemos La doncella). Sospecha criminal como canal para el deseo amoroso. Policíaco de cigarros, trajes, seducción, culpabilidades veladas y nuevas tecnologías que se erige como ejercicio de puro manierismo y, perdonen la obviedad, cristalinas reminiscencias hitchcockianas, si bien preservando la característica violencia y refinada limpieza fotográfica del cine coreano. Thriller de elegancia extrema y virtuosa puesta en escena que integra con frescura la dependencia hacia los códigos de los formatos digitales del smartphone. Criminalidad asesina para dar chispa a la vida. Sin embargo, se ensimisma en su aparato romántico, y pese a su efusividad sensual, es incapaz de producir emociones. Suspense romántico de perfección gélida. Sorprende en su capacidad para bombardear permanentemente con planos sorprendentes y creativos, tales como unas tomas subjetivas desde el interior de la pantalla táctil de un móvil o persecuciones grabadas con arneses corporales, pero resulta rígida a la hora de evocar emociones verdaderas con su conflicto romántico. Es tan diestra en su técnica como enajenada en sus propios resortes de misterio y tensión. Un caramelo visual en el que se echa en falta una mucho mayor capacidad de impacto, y en la que para presentar una carga tan elevada de sensualidad o afectación romántica resulta cuando menos llamativa la profunda indiferencia que nos producen sus personajes y conflictos. Filme lleno de elementos de interés, pero descompensado en su conjunto.
El que terminaría siendo una de mis películas favoritas de entre los estrenos de todo el 2022 nos llegó tras ser presentada en Berlín. Se trata de la francesa Los pasajeros de la noche/Les passagers de la nuit, dirigida por un Mikhaël Hers que ya hizo las delicias de un servidor con Mi vida con Amanda y protagonizada por Charlotte Gainsbourg. Un núcleo familiar se transforma durante años de búsqueda del camino. Una propuesta que aúna discurso urbanístico con retrato generacional y drama sobre los estragos de la droga o los intrincados meandros del afecto con el paso del tiempo. Sensible drama contenido de solidaridades afectivas, pasiones y heridas en proceso de cierre, ejemplar en el desarrollo de personajes de su guión, en la utilización de la estética urbanística de bloques y en la evocación de los 80 mediante la radio, el archivo o las sonoridades musicales. Relato de preciosista acabado fotográfico e interesantísimos personajes femeninos en parejos procesos de reconstrucción, tanto una Gainsbourg en recomposición tras una ruptura sentimental como una Noée Abita solitaria integrándose en una nueva familia cuyo cariño le resulta abrumador. Rehacer la vida aceptando los defectos del querido e integrando sus necesidades. Mosaico familiar de cuatro personajes en el tiempo emotivo sin efectismos ni excesos, de guion atento y estilizada representación melancólica. Humanos, conflictos y crecimientos personales al son de las ondas nocturnas. Un trabajo de formas excelsas que nunca buscan el exhibicionismo y contundente trabajo de guion, que confirma a uno de los nuevos realizadores mas talentosos del cine europeo en la que es otra de las mejores películas del 2022.
Y mi último viaje cinematográfico en los teatros de la regia ciudad vallisoletana fue uno de los más emotivos, premiado en Cannes ex-aequo con Eo con el Premio del Jurado: la italiana Le otto montagne, dirigida por Charlotte Vandermeersch y Felix Van Groeningen (responsable de Alabama Monroe) y protagonizada por un Luca Marinelli con el que el flechazo cinematográfico se ha mantenido desde Martin Eden. Picos y valles de una amistad a lo largo de toda una vida en paralelo a los encantos y dificultades del día a día en el campo. Las inclemencias de la cumbre como vínculo de unión desde la infancia a la edad adulta. Tierno estudio de la relación de dos hombres y su vínculo con la montaña para superar conflictos paternales o dudas sobre su camino vital. Conmovedor Marinelli y arrebatadores parajes, una lástima su desfasado metraje y lo tan delineado que está su aparato emocional, apoyándose en tantas ocasiones en un torpe uso de la música o en una innecesaria voz en off que es determinante para decantar el tono melifluo. Filme de preciosista fotografía que se recrea y luce en preciosos paisajes que encuentra en sus dos actores principales su mayor fortaleza, y que produce con mucha frecuencia emoción genuina. Buen largometraje que sería brillante con un metraje más ajustado y si fuese menos evidente en el recalcado de sus objetivos emocionales, pues confunde a menudo la sensibilidad con la sensiblería.
Una escapada frugal pero fructífera en la determinación creativa de las voces manifestadas a través del heterogéneo grupo de títulos, una poderosa selección representativa de las varias tendencias vigentes en el circuito de festivales contemporáneo. No podemos sumar al acervo nuevas vías, pero siempre es una buena noticia contrastar el buen estado de forma de talentosos realizadores. Sumado a las buenas compañías, la progresión ascendente en la calidad de las programaciones del festival indican que este medio probablemente seguirá acercándose en ediciones venideras.