67º Festival Internacional de Cine de San Sebastián – Memoria, batallas, consagraciones y revelaciones

En 2019, Críticas sosegadas, Eventos, Festival de San Sebastián, Festivales y Muestras, La concha de tu madre, Podcast/Radio, Vídeos by Néstor Juez1 Comment

En 2019 pude acudir por cuarto año consecutivo a uno de los momentos cinematográficos mas deseados por tantos en el panorama nacional: el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Un gran momento de celebración de la cultura cinematográfica, punto de encuentro entre industria y crítica, oasis de disfrute de la excelencia vasca y pistoletazo de salida de la nueva temporada en el audiovisual. Una edición que tuvo la habilidad de congregar muchas de las películas más aplaudidas del año, así como los títulos más analizados y contemplados del año entre la comunidad periodística y cinéfila. Tras un 2019 de realización crítica cubriendo los festivales de Cannes y Venecia, San Sebastián sin duda marcó el punto álgido de diversificación analítica: visionados, vídeos diarios y podcasts matinales. Quedó el festival bien cubierto en audio y vídeo, y radiografiado en directo en redes sociales. Sirva este somero artículo como crisol y sumario de las impresiones y experiencias cinematográficas vividas durante aquellos días. Bien es cierto que desde entonces he podido ver algunos mas de los títulos presentados en el festival, pero en este sumario de concisas reflexiones me centraré en aquellos títulos que pude ver durante la estancia donostiarra. 

La sección Oficial, por elegantes y bondadosos que deseemos ser, fue de las mas modestas de los últimos tiempos. Tras un 2018 de autores consagrados y antes de un 2020 provechoso que pudo rescatar varios títulos de aquel errado Cannes 2020, el año que nos ocupa dejo una selección de obras pequeñas escasas en su mayoría con muy poco que sonsacar para el recuerdo. Prueba de ello fue su Palma de Oro para la anodina Pacificado, obra bien intencionada pero de formas fílmicas llanas que todavía no ha recibido estreno comercial alguno en España. Pulsión de una violencia que no llega en un ejercicio de dilatación no narrativa. Varios filmes basculando entre el tedio, la indiferencia o la torpeza, desde la provocación inane de la infame The other lamb, el reencuentro con identidades pretéritas con retrato psicológico de Patrick, la anciana melancolía ñoña de Y llovieron pájaros, el convencionalismo en drama social de Rocks, el ejercicio satírico en bata de pseudo-ficción sin rumbo narrativo de Thalasso, o el historicismo protésico de Mientras dure la guerra. Fuera de concurso se proyectó La canción de los nombres olvidados, que cubrí tiempo después. La abstracta y también pretenciosa poética críptica de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, hasta la pomposa reunión familiar de Blackbird, la folclórica y fría Lhamo y Skalbe, la entrañable y plana Proxima o el metachiste desfasado de Zeroville. Mas interés tuvieron Das vorspiel, con su ascendente tensión y crueldad y una estupenda Nina Hoss justamente premiada, o el thriller fosilizado de espectaculares encuadres de A dark, dark man. Quedan para el recuerdo como notables películas la odisea río de supervivencia alienada de La trinchera infinita, realizada con envidiable pulso y afectada por cierto blandismo, y especialmente la despiadada alegoría en miniatura de la inaprensible convivencia humana contenida en la inesperada y satisfactoria Mano de obra de David Zonana, un hermoso trabajo de encuadres fijos crudo pero no exento de humor. 

La sección Nuevos Directores acostumbra a ser la senda más temida, el más claro elige tu propia aventura del festival. Una mirada a lenguajes, voces y tendencias del futuro que augura algunos grandes títulos sumergidos entre numerosas mediocridades. Títulos tan insuficientes como Scattered night y sus interpretaciones infantiles y torpeza acústica, las iglesias de neón y la apabullante simpleza de Disco, las tradiciones milenarias de insípida sustancia formal de Bonfire at dawn, los crispados ambientes familiares de la hostil y confusa Sestrala invidencia y ominosa banda sonora de Nematoma. Pudimos encontrar mas interés en la trágica La hija de un ladrón y su descomposición en íntimos planos medios algo plana en lo narrativo; o en los fragores de la pesadillesca The giant. Otras películas atractivas de esta sección que no pude ver en el propio festival fueron La inocencia Las buenas intencionesComo mejor película de esta sección me decanto por Le milieu de l’horizon de Delphine Lehericey y sus ecos de Nichols en un drama post-apocalíptico realizado con solvencia y gusto para ser un debut, y protagonizado por un niño en estado de gracia.

Gracias a las recomendaciones y pasión del buen amigo Jorge Fernández-Mayoralas procuro dedicarle atención a Horizontes latinos, sección recopilatorio de grandes títulos festivaleros iberoamericanos que acostumbra a ser ignorada a nivel mediático pero que siempre ofrece títulos de interés. Lamentablemente no pude ver, y no he tenido aún otra oportunidad, La cordillera de los sueños de Patricio Guzmán. No compartí el entusiasmo general alrededor del globo por la colombiana Monos, de atmósfera exuberante pero emocionalmente distante y narrativamente hermética. Tampoco la lujuria entre barrotes de El príncipe, y apenas causó impacto el naturalismo con adolescente introvertido de Los tiburones o los ecos de tragedia política de Agosto (ambos filmes estimables, pero medianos). Muy disfrutable resultó Así habló el cambista de Federico Veiroj, tango cómico de banca de sobrio estilo setentero, acartonado y dilatado pero harto divertido. Irregular pero rescatable fue también Araña de Andrés Wood, gran realización y secuencias de fuerza y brío que se ven aguadas en un guión que reitera y se fragmenta sin sacar rédito de ello. Y tenía interés también De nuevo, otra vez de Romina Paula, sencillo filme teatral reflexivo sobre la crisis de mediana edad que acaba atrapando por su honestidad. Sin embargo, el balance final resultó positivo gracias a la presencia de tres grandes películas. Tres largometrajes, paradójicamente, guatemaltecos. En primer lugar, el debut en la dirección de César Díaz, la estupenda Nuestras madres. Drama forense observacional y conciso. Sombría y sencilla, explosiva para lograr la emoción más extrema desde cero. Y por último las dos últimas películas de ese gran director que apunta a ser Jayro Bustamante. Primero con la excelente Temblores, desoladora represión sexual cristiana y brumosa y sombría fotografía para un drama intenso, absorbente, desgarrado y lleno de hondura, pleno en sentimiento y cine. Y también con la muy lograda La llorona, inquietante y perturbadora atmósfera en una película política con lenguaje de terror de tempo algo denso, algo desaprovechada en el guión pero excelente en la realización.

Es Zabaltegi una sección a la que acudir con energías y precaución, pero que cada año se muestra más acertada, con potentes títulos y lenguajes sugerentes. Para valientes y para paladares exigente o mentes dispuestas a dejarse llevar suele ser la sección más estimulante, y la programación del 2019 fue la mas potente desde que un servidor cubre el evento. Poderosos títulos de Berlín y Cannes más alineados con la cinefilia que recela de convencionalismos o narrativas lineales. Títulos atractivos como Atlantique de Mati Diop, drama romántico con derivas al fantástico de lograda atmósfera fantasmagórica y gloriosa BSO algo desenfocada a nivel narrativo. También se proyectaron películas que vi en la ciudad francesa meses antes, como la atractiva El ganso salvaje o la libre y seductora Zombi Child. Delicadeza en Les enfants d’Isadora de Damien Manivel, estudio formal contenido de la danza reducida al gesto, ardua de dispositivo y plena en sensibilidad. No conecté tanto como compañeros de la crítica con Play, en la que Anthony Marciano filma su Boyhood de grabaciones caseras, asombrosa en su captación del paso del tiempo y de las texturas de imagen y abandonada a un relato romántico ñoño. Tampoco participo de la fascinación por Angela Schanelec y su I was at home but, universo lánguido y cruel de sucesión de situaciones estiradas hasta la asfixia irritante de sobrellevar y puntuada con secuencias ingeniosas. Y pasé un estupendo rato con la refrescante en el contexto donostiarra First love de Takashi Miike, que compensaba la escasez presupuestaria con creatividad en la realización, sumergiéndonos en un delirio de relato obtuso, pero lleno de energía y libertad.

Y un año más la sección Perlas agregó los que estaban llamados a ser los títulos mas socialmente relevantes o mas aplaudidos de la crítica en el pasado Cannes, Berlín o Venecia. Películas con códigos estilísticos y narrativos más dirigidos al gran público o dramas dirigidos a un público mas veterano o amante de sensaciones blandas, pero aun así sección poblada de grandes películas, pero también primer encuentro con títulos decepcionantes. En esta sección se presentó mi película favorita del 2019, Retrato de una mujer en llamas. También Ema de Pablo Larraín, que en su momento me decepcionó pero ha crecido en mi interior con el tiempo. Se vio también en los primeros días una de las películas mas aplaudidas del año, El faro; reclusión, tormenta y pesadilla en un filme agotador en el mejor sentido y, también, levemente desfasado de histrionismo por instantes. Filme que se me ha caído bastante con el tiempo. Otros títulos fueran la muy interesante La verdad o la juguetona The laundromat, cubierta en Venecia, la intensa El tiempo contigo o las menos logradas Sorry we missed youLuz de mi vida o Especiales, que vi después de la realización del festival. También aquí se programó mi mayor decepción de la década, la pobre Waiting for the barbarians de Ciro Guerra. Drama literario de tono sereno y contemplativo impersonal, mortecina y incapaz de emocionar. Interesante fue Amazing Grace, concierto de la gran Aretha grabado con el material de archivo de Sidney Pollack rebosante de energía que, eso sí, no trasciende el interés musical. Me quedé a medias con Alice et le maire, sereno humor, desnudez formal y certero retrato político sin diluir que, lamentablemente, termina conformándose con mucho menos. El visionado mas divertido fue el de la olvidada por el mundo en meses posteriores The climb, comedia melancólica brillante en su dispositivo de planos secuencia pero de guión reiterativo y humor algo tosco. Muy recomendable también la francesa Los miserables de Ladj Ly: intensas secuencias de acción en poderosas tomas de seguimiento que abusa un poco de un tremendismo sensacionalista un tanto simple. También se vio una de las mejores películas españolas del 2019, la gallega O que arde de Oliver Laxe: Galicia como escenario de bruma y lluvia retratado con poética de abstracción plástica, algo simple en los momentos de personajes. Y ante todo se vieron tres grandes películas. En primer lugar, la rusa Una gran mujer de Kantemir Balagov, drama de feminidades desgarradas sórdido y durísimo, visualmente abrumador, emocionalmente aplastante. Dura y exigente. Un filme tan denso y arduo para el espectador como visualmente embriagador. Unos días antes pude ver una película monumental, la china Hasta siempre, hijo mío. Trágico drama de rupturista arquitectura narrativa, excelentemente interpretada. El vacío irremplazable en una sociedad cárcel. Medida en su forma, abrumadora en su humanidad. Y, como no, la última película de mi director favorito, que venía de ganar la Palma de Oro y que meses después arrasó en los Óscar: Parásitos, de Bong Joon-Ho. Una estupenda película, por supuesto, pero también ampliamente sobrevalorada, e inferior a otras obras del surcoreano. Rebelión doméstica contra los ingenuos ricos. Explosivo cóctel de maquinaciones multi-género tan excesiva como sorprendente. Una jugada espectacular, explosiva, de continuo pasatiempo y giro. Una película de vistosa producción realizada con suma fuerza, un producto visualmente compacto. Con un reparto inspirado. Un largometraje muy convincente en su aparato formal y mucho menos profunda o acertada en su crítica social de lo que quiere aparentar, y que es mejor durante su primera hora que en su totalidad. Con todo, queda absolutamente recomendada, si es que queda alguien que aún no la haya visto. 

En otras proyecciones, por motivo de los Premios Donostia a Costa-Gavras y Penélope Cruz se pudieron ver Adults in the room y La red avispa, ambas cubiertas en Venecia. Y de Venecia era también la Película sorpresa, en el primer año en que se apostaba por esta novedad: la efectista y banal Joker, que venía de llevarse el León de Oro. 

En suma, diez días muy intensos de vídeos y podcasts llenos de buen cine, instantes de plenitud social y un agotamiento físico y mental cómo no había vivido hasta el momento (y espero que no se repita) en mi recorrido festivalero. Un antes y un después en mi rigor habitual llevando a cabo mis compromisos periodísticos durante los eventos a los que asisto. Es tal la inversión temporal que suponen los vídeos subidos durante la propia duración del certamen y tan escasa la recepción que obtiene ese tipo de contenido, que los que deban venir en el futuro los grabaré una vez haya vuelto a Madrid. De ahora en adelante, mi seguimiento en el mismo festival se concentrará en hilo en Twitter con las primeras impresiones tras las proyecciones y con críticas escritas. Concentrar esfuerzos y buscar un mejor análisis, buscando que vosotros salgáis beneficiados. 

Durante la duración del festival fui subiendo a mi canal de Youtube este conjunto de Críticas sosegadas. Disfrutadlas. 

Durante la duración del festival también fui grabando con Jorge Fernández – Mayoralas entregas diarias del podcast La concha de tu madre. Disfrutadlos.  

Día 1: Larráin, Bustamante, Amenábar y Eggers

Día 2: Garaño, Arregi y Goenaga, Winocour, Zonana y Kore-eda

Día 3: Franco, Yerzhanov, Ly y Joon-Ho

Día 4: Weisse, Szumowska, Diop, Sciamma y Schanelec

Día 5: Veiroj, Wood, Laxe y Xiao-shuai

Día 6: Torres-Leiva, Waddington, Alemany y Díaz

Día 7: Funes, Gavron, Riquelme y Bonello

Nuestro palmarés

Comentarios

  1. Palma de Oro a la crítica a Néstor Juez por la entrega al análisis cinematográfico en el año II de la pandemia con mención de honor desde el séptimo cielo del mismísimo San Sebastián que sigue la peripecia nestorina año tras año.

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