65º SSIFF. Día 9 – Despensas del conocimiento y Palmarés destemplado

En 2017, Eventos, Festival de San Sebastián, Festivales y Muestras by Néstor JuezDeja un comentario

El día 9, sábado 30 de septiembre, era el último día del festival, el día de las últimas proyecciones y el día en que se anunciaba el palmarés. Este año me volvía este día, pero no lo suficientemente tarde para seguir la gala en vivo. Pero sí a la hora adecuada para asistir a una última proyección en los márgenes del festival. Una proyección intensa y ardua, ajena a los intereses del espectador convencional, pero una para la que tenía muchas ganas y expectativas. Si los resultados finales no satisficieron mis expectativas, sí que se trató de una película muy interesante, y una estupenda elección para cerrar el festival. 

A las 11:00 visité por primera vez en esta edición la sala 1 de Tabakalera para contemplar, mediante invitación, de la única película de la sección Zabaltegi que pude ver: el documental del veterano y venerado Frederick Wiseman Ex libris: New York Public Library, galardonado con el premio FIPRESCI (de la crítica) en el último Festival de Venecia. Un documental mastodóntico, de tres horas de duración sobre los entresijos de la actividad económica, cultural y administrativa de esta célebre entidad en sus respectivas sedes, dónde presenciamos sus diferentes conferencias, clases, entrevistas e iniciativas varias. Una institución enorme de archivo del conocimiento, que recoge en sus departamentos los textos más importantes y representativos de la realidad, y que vive en el ahora, readaptándose continuamente a la era digital. Una obra, en suma, de una riqueza temática inabarcable. Una obra ambiciosa que, de antemano, me sorprendió por la sencillez de su narrativa. Sin grafismos, músicas ni locuciones, el documental fluye de manera orgánica, pasando de una reunión a otra actividad o sede apenas mediante unos recursos de transición y un uso de planos meramente ilustrativa, focalizando la atención en el ponente, el profesor o el artista entrevistado al que mira su cámara. El montaje es de concepción clásica pero difícilmente podría estar mejor ejecutado, y los encuadres de situación son delimitados de inteligente e informativa manera, dejando siempre claro dónde estamos o a dónde nos dirigimos sin necesidad de aclararlo con intervenciones humanas. Me sorprendí de lo fácil y poco aburrido que resultaba seguir una obra tan larga. Pero esto no quiere decir que esa titánica duración esté justificada. Ninguna de sus partes es imprescindible ni más fundamental que la otra, y el mismo concepto se transmitiría también en dos horas. Y si como documental es excelente, no tanto a nivel cinematográfico, en tanto carece de elementos de expresividad cinemática artísticamente relevantes. Con todo una muy buena película, y de las más redondas del festival, pero lejos de ser el fascinante evento que parte de la crítica internacional prometía. 7,8/10

PALMARÉS

Al igual que el año pasado, seguí el desarrollo de la gala de entrega de premios desde la distancia. En este caso, desde el autobús que volvía a Madrid. Sé de buena tinta que no soy el tipo de persona para deleitar con un evento de este tipo, pes es imposible que las opiniones subjetivas de otras personas coincidan en su totalidad con las mismas, por los que siempre voy a recibir con recelo alguna de las decisiones del jurado. Por lo que de antemano debo reconocer que la selección de galardonados, si bien me decepcionó en algunas elecciones, no me enervó en absoluto, y me sorprendió por arriesgada, interesante y, como debe de ser en este tipo de eventos, repartida. Se tomaron decisiones históricas por diversos motivos, y se consiguió contentar a la mayoría de la crítica y el público con el palmarés, algo difícil con dos grupos en tantas ocasiones radicalmente enfrentados. Y como de costumbre, si el jurado oficial comete injusticias, las asociaciones de críticos siempre estarán ahí para enmendar levemente el entuerto. Sin más dilación, comenzamos. 

Concha de oro a la mejor película: Ni Pororoca, ni La vida y nada más, ni El capitán, ni la muy aplaudida El león muere esta noche de Nobuhiro Suwa; el galardón más importante de la noche fue para James Franco y su película The disaster artist, homenaje a The Room que dirige y protagoniza. Decisión sorprendente por lo anómalo que resulta que un Festival de clase A premie un género tan denostado por academia y crítica como es la comedia. Una, además, con nombres reconocibles en el reparto y una optimista proyección económica, de modo que no es el tipo de cinta que necesita este premio para ayudar su distribución. Y es aplaudible en tanto supone un reconocimiento de las élites cinematográficas y las esferas del caché a la baja cultura, pues supone apuntarse a la reivindicación de la obra de Wiseau. El filme gustó a todo el mundo, hizo las delicias de la bancada en el pase al que asistí, y deleitó a la crítica. Pero servidor considera que un premio de esta envergadura no le corresponde. El filme no presenta elementos de interés en solitaria, siendo una comedia convencional y amable, de predecibles rumbos a nivel argumental. Es difícil que su premisa hubiera sido ejecutada mejor, pero restas a uno de los integrantes del diálogo y el monólogo se muestra cojo. Quizás un premio menor, guión quizás, hubiera sido más adecuado. Como acontecimiento, The disaster artist es estupenda. Como película, pronto el tiempo la dejará en su mediano sitio. 

 

Premio especial del jurado: Fue este el, sorprendente, único premio que el jurado otorgó a una película española. Y fue a la más cercana a los habitantes de la ciudad: la vasca Handia, dirigida por Jon Garaño y Aitor Arregi. Película histórica basada en hechos reales que logra recrear el momento del relato con acierto y sobriedad, logrando un producto muy noble, de encomiable factura considerando los medios a su disposición. Disfruté la película en el visionado, pero el recuerdo de la misma palidece más y más con el paso de los días. Una película de expresividad cinematográfico y potencia audiovisual y artística escasa, plana y lineal en su apagado desarrollo narrativo. Es una película entrañable, de personajes simpáticos, pero sin imaginería alguna para el recuerdo o alarde técnico alguno de construcción narrativa. Había mejores películas en composición como para que el segundo más importante recaiga en esta. Tal vez este sea el único premio al que podía optar, en el supuesto de tener que premiarla. Esperemos que los favoritismos locales no hayan influido en esta decisión.

 

Concha de plata a la mejor dirección: Sin duda, el momento histórico y explosivo de la noche. El premio a Anahí Berneri por su trabajo al mando de la argentina Alanis supuso la primera vez en 65 años que se le otorgaba el galardón de dirección a una mujer. Triste y sorprendente, pero cierto. Ya sólo por eso es una gran noticia, pero espero que esta ocasión no haya sido un incentivo demasiado fuerte para forzar a Malkovich y compañía para su condecoración, pues siempre debe hablar el trabajo por sí sólo. Lamentablemente no puedo opinar, ya que no pude ver Alanis. Por lo que, con la información de la que dispongo, aún habiendo buenos candidatos (Méndez-Esparza sobre todo), estoy satisfecho con esta decisión, y la aplaudo. 

 

 

 

 

 

 

Concha de plata a la mejor actriz: Segundo premio para Alanis, en este caso para su actriz protagonista, Sofía Gala Castiglione. De nuevo, no puedo evaluar. Este año había muchas candidatas para este premio. Tanto Bárbara Lennie como Melanie Thierry o Regina Williams hubieran sido merecidísimas campeonas. Pero considerando el argumento de esta película, este premio no se antoja descabellado. 

Mención especial: En la categoría de actriz se decidió reconocer también, de manera más pequeña, a otra actriz: Anne Gruwez, jueza alrededor de la que orbita el documental Ni juge, ni soumise, otra obra que tampoco pude ver. Peculiar guiño a un carismático personaje, en una obra, por lo que opinan algunos críticos de mi entorno, menor. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Concha de plata al mejor actor: Uno de los premios más merecidos de la noche, el de Bogdan Dumitrache por protagonizar Pororoca. Su desgraciado padre, destrozado por la pérdida de su hija, es el núcleo sobre el que orbita su excelente película. Max Hubacher y su sanguinario capitán no hubieran sido mala opción, pero era de lejos el gran favorito. Es una pena que este premio impidiese a la película de Popescu pudiese optar a cotas más altas, pero peor hubiera sido irse de vacío. Bravo. 

 

 

 

 

 

 

Premio del jurado al mejor guión: Este premio fue para Diego Lerman y María Meira por su labor escribiendo Una especie de familia. Tal vez el peor elemento de esta irregular pero valiosa película, dónde Lennie hubiera sido una muy justa premiada, o si acaso, en un caso radical, Lerman por la dirección. Pero considerando las derivas del relato en su inverosímil clímax, este galardón carece de sentido. Tal vez hubiese sido buena ocasión para premiar a Manuel Martín Cuenca, pues si bien es pobre el guión de El autor es desde luego un producto harto entretenido en sí mismo. Así se hubiera logrado una integración más orgánica del cine patrio en la gala de premios. 

 

 

 

 

Premio del jurado a la mejor fotografía: Otro premio absolutamente merecido que no puedo más que aplaudir; el de Florian Balhaus fotografiando en blanco y negro la explosivo y visualmente gloriosa El capitán. La obra de Schwentke está en el podio de la Sección oficial para un servidor, y que se llevase algún premio era inevitable. Nada que objetar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Premio Kutxabank-Nuevos directores: El jurado de la sección de Nuevos directores decidió premiar a Marine Franssen por su debut con Le semeur/ el segador. Un premio bastante justo con el que coincido, pues junto con Princesita y Un pez fuera del agua, la elegante y contenida película histórica de mujeres compartiendo varón fue lo mejor que vi en esa sección. Quizás artificial, pero una película muy bien construida. Mucha suerte en lo que está por llegar. 

 

Mención especial Nuevos directores: El jurado también decidió reconocer a la película Matar a Jesús, dirigida por Laura Mora. Otra obra que no pude ver, y que por lo visto fue de los platos fuertes de la sección.

Premio Eroski de la Juventud: No en vano, el público de esta sección votó a esta película como su obra favorita con clara diferencia, por lo que fue galardonado con este premio, de notable dotación económica. Es triste constatar como, pese a mis notables esfuerzos, siempre quedan diamantes por descubrir. 

En cuanto a los Premios de las secciones Horizontes latinos y Zabaltegi-Tabakalera tan sólo me limitaré a enumerar, pues sería absurdo opinar sobre secciones que no pude cubrir. Simplemente mencionar que Los perros, de Marcela Said, fue la ganadora del premio Horizontes, y que el jurado de Zabaltegi otorgó el premio a Braguino, de Clément Cogitore, y dio dos menciones especiales: a la actriz Darya Zhovner por su papel en la aplaudidísima Tesnota, de Kantemir Balagov (una de las películas sorpresa de Cannes, y la que más me arrepiento de haberme perdido), y al documental Spell Reel, de Filipa César. 

Premio del público Ciudad de Donostia: Dentro de la extraordinaria sección de Perlas de este año, la obra cumbre de Mcdonagh, Tres anuncios a las afueras de Ebbing, Missouri continuó con su gira de éxitos. Tras hacerse con el premio al mejor guión en Venecia y el premio del público en Toronto, pisa fuerte en la carrera hacia los oscar. Si bien para mí la extraordinaria 120 latidos por minuto es ligeramente superior, esta comedia negra es una película extraordinaria que todo el mundo debería ver, y para el que todo reconocimiento es poco. 

Premio del público Ciudad de Donostia. Mejor Película europea: Dentro de Perlas se otorgó un segundo premio, menos suculento, para otra película que también haya deleitado y que se considere que deba ser reconocida por su singularidad. En esta ocasión el galardón fue para la notable Custodia compartida, extraordinario debut de Xavier Legrand (que recogió el premio en persona) y uno de los mejores usos de la tensión cinematográfica en tiempos recientes. Una película perturbadora y socialmente necesaria, que gustará a todo tipo de público por distintos motivos. Quizás, de entre las perlas europeas, simpatizo más con la desbordante imaginación argumental de En cuerpo y alma, pero nada cabe reprochar a esta recomendación, que unida al premio a mejor director en Venecia engrandece el éxito de una cinta llamada a recoger más laureles. 

Premio FIPRESCI: La Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, que otorga premios de manera independiente en cada festival a la que ellos estiman que es la mejor producción (y que recientemente nombraron a la finlandesa El otro lado de la esperanza como mejor película del año)  hizo justicia con una de las grandes olvidadas de la Sección oficial y condecoró a La vida y nada más, de Antonio Méndez Esparza, cómo ya hiciera el año pasado con la excelente Lady Macbeth. Película española ajena a las corrientes de nuestro cine que abre una nueva vía y nos descubre a un realizador de interesante mirada. No tan buena, a mi parecer, como Pororoca o la olvidada Le doleur, pero toda una sorpresa durante la semana de medianías en Sección oficial.  

Premio Fedeora: La Federation of film critics of Europe and the Mediterranean decidieron premiar a la entrañable The charmer de Milad Alami, una de las mejores películas de la sección de Nuevos directores. Elegante, culturalmente rica y variada y poblada por personajes entrañables, fue la primera vez que constaté que la sección de Nuevos directores merecía la pena. 

Mención especial Fedeora: La FEDEORA, además, decidió condecorar con menciones especiales, en esta misma sección, a la ya mencionada Matar a Jesús y a la filipina Pailalim, de Daniel Palacio. 

Premio Feroz Zinemaldia: La Asociación de Informadores Cinematográficos de España entrega, además de sus premios anuales para lo mejor del cine español, su propio galardón de entre lo programado en el festival. Fue de los primeros premios en darse a conocer del día, y decidió innovar decantándose por el que, pasadas unas horas, acabó siendo el caballo ganador: El Disaster Artist de James Franco. Un premio con el que la película hubiera tenido más que suficiente. 

En resumidas cuentas, un palmarés grato que satisfizo a todo el mundo y que, tras unos primeros premios que encajaron en las quinielas que los cinéfilos habíamos configurado, se decantó por unas opciones diferentes y, aunque no necesariamente acertadas, lejanas de la zona de comfort del proceder de este tipo de jurados. Y esto es también encomiable. El año que viene esperemos volver, y cubrir para vosotros con la mayor inmediatez una nueva panzada de gran cine. 

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