El día 6 del Festival, miércoles 27 de septiembre, fue un día que me sorprendió prácticamente en cada película, y si no vi ninguna película de la calidad de las dos mejores de ayer, las cinco obras visionadas fueron buenos trabajos. Tras estas dos jornadas la Sección oficial ha repuntado considerablemente en prestigio y consideración, y la sección de Nuevos Directores se consolida como un cajón de sastre a tener en cuenta, mientras desde Perlas siempre queda alguna joya con la que deleitarnos. Día descansado con buen ambiente, clima y cine temáticamente jugoso. Un día plagado de reminiscencias a las Diosas terrenales arcaicas, con películas sobre mujeres como dadoras de vida, y perversiones de la institución familiar. Una mirada al cine europeo, siempre en forma, y a una nueva y jugosa vertiente de cine español.
A las 09:30 vimos en el Victoria Eugenia otra película rumana de la Sección oficial: el drama romántico Soldados, historia de Ferentari, dirigida por Ivana Mladenovic. Adi es un hombre de mediana edad que, para poder estudiar el manele (música popular romaní) en profundidad, sobre el cual va a orbitar su tesis, se muda al barrio humilde de Ferentari, en Bucarest. En sus pesquisas conoce al gitano ex-convicto Alberto, que le presentará a músicas y quien, habiendo sido sodomizado entre rejas, ha desarrollado filia homosexual. Pronto establecerán un físico y hermoso romance, que se verá destinado a una triste conclusión por la ausencia de trabajo y dinero y el carácter broncoso de un enamorado Alberto. Una atípica e inesperada historia de amor, ajena a los perfiles comunes del cine homosexual. Cine costumbrista entrañable y simpático, humano y parsimonioso. Una mirada dignificante a un sector social denostado por la opinión público, sumergidos en un hermoso contexto cultural. Cine de personajes, cine de la pobreza espiritual pero nobleza moral, cine de la verdad. Pocas películas se han visto en esta edición tan entrañables, ni personajes tan adorables como Alberto. Película de amor y aceptación entre personas diferentes, de derrumbamiento de prejuicios y etiquetas. Una película que, pese a todo, desperdicia algunas oportunidades. El subtexto de la música romaní queda relevado a un desaprovechado segundo plano, y el desarrollo argumental se estanca en un inane punto muerto una vez la relación se asienta y comienzan a compartir techo. Y si aislamos el carisma de la dupla, la película es cine facturado de manera rudimentaria falto de vigor narrativa. Con todo, sigue siendo una de las propuestas más logradas de la Sección oficial hasta ahora. 7,0/10
A las 12:00, sin movernos de sala, fue el turno de las perlas, en este caso con la nueva obra de uno de los realizadores europeos más venerados de las últimas décadas: Michael Haneke y su Happy end, que compitió en mayo en Cannes. Un drama corrosivo lleno de humor negro y maldad almacenada sobre familias de núcleo podrido y sus contactos con el mundo de los refugiados. Los Laurent son tres generaciones de burgueses que se reúnen durante unos días en la señera mansión del huraño patriarca George (un glorioso Jean-Louis Trintignant), que cumple 85 años. Mientras tanto, se desatan infidelidades en el seno interno del hijo Thomas, quién acaba de tener su segundo hijo con su nueva mujer. Su introvertida hija Eve retrata su alrededor en Snapchat aderezando las imágenes con las reflexiones más malvadas. Anne (Isabelle Huppert) prepara su matrimonio con Lawrence (Toby Jones) y lidia con un accidente en su empresa de obras de Calais, colindante con un campamento de refugiados. Mientras tanto, su conflictivo hijo reniega del comportamiento de su madre, siendo aislado a cambio. Estos miembros familiares convivirán durante días, guardándose para sí resentimientos, diferencias y desprecios por tiempo limitado. Un relato más de la hipocresía de la burguesía y de la maldad que oculta reside en su tranquilo seno. Esta vez salpimentado con guiños aquí y allá a las redes sociales y a los nuevos lenguajes de internet. Muchas líneas narrativas fluyendo a la vez y convirgiendo al final, conectadas entre sí y planteadas con elementos secundarios que quedan para la interpretación personal. Haneke es un maestro filmando, y se aprecia de nuevo en su construcción de encuadres, estructura de guión, dirección de actores y apuntalamiento de universos diegéticos de sórdidos tonos narrativos. Pero en esta ocasión rinde por encime de sus habilidades, perdiendo impacto, dispersándose en su relato e intercambiando elegancia por apuntes negros de humor cáustico chanantes. El asunto de los refugiados apenas queda reducido a una anécdota, y el uso de los medios de comunicación digital, a una superficial gracieta. Con todo, es un buen film de entretenido visionado y múltiples lecturas, y hasta en una obra menor Haneke se desenvuelve en las más dotadas esferas de la expresión cinematográfica. 7,5/10
A las 14:00 llegué al Principal con la lengua fuera para disfrutar de una de las candidatas más prometedoras de Nuevos Directores: el drama de época El segador/ Le semeur, dirigida por una Marine Franssen curtida a base de trabajar como ayudante para Assayas o, casualidades de la vida, Haneke. Tras la victoria en la guerra de Napoleón , en 1852 emprende un duro castigo de represión, tomando presos políticos aldeas rurales y despojándolas de hombres. Cómo sucede en el pueblo de la joven y casamentera Juliette, que apenas queda poblado por un puñado de mujeres y unos pocos niños. Tras meses de aislamiento y de vida en espera segando sin saber si volverán a ver a sus maridos, las mujeres acuerdan mediante juramento que si un hombre aparece repentinamente en el pueblo, lo compartirán sexualmente entre todas. Cuando esto suceda, y el fugitivo Jean inicie un romance con Juliette, no será tan fácil mantener la palabra. Un ejercicio histórico sencillo y modesto pero centrado y filmado con oficio y elegancia, con un dominio propio de un veterano. Una película asceta de extraño formato cuadrado y medidos encuadres que benefician las localizaciones, disimulando de manera artística las carencias de producción. El formato se destapa como una elección adecuada conforme contribuye a sostener un tono de calmada tensión, de reservada explosión hormonal, en una humilde pero más enfocada a nivel emocional versión de La seducción. El filme agradecería una mayor riqueza temática o variedad formal, en tanto es un caso más de cortometraje alargado, pero pese al ritmo tenue se mantiene el interés, y el filme mejora en su cierre al introducir el factor de la culpa, la dolorosa despedida y el amor interrumpido. En suma, una película que juega sobre seguro con unos referentes claros y cercanos, pero que saca pleno rendimiento a sus medios técnicos y humanos. 7,2/10
A las 16:00 se vio en el Principal una de las últimas perlas, pero también la más divisiva del planeta cine, la última obra de otro nombre propio estelar del cine del nuevo milenio: el psicológico rompecabezas de terror Madre!, dirigida por Darren Aronosfki. El escritor bloqueado Él (Javier Bardem, en uno de sus mejores roles en los últimos años) y su joven mujer Madre (Jennifer Lawrence, estupenda) acaban de mudarse a una hermosa casa en el campo que ella está restaurando tras un incendio. Un día reciben la inesperada visita de una desconcertante pareja (Ed Harris y Michelle Pfeiffer) que él deja entrar y acomodarse. Paulatinamente entrará en unos días de opresiva soledad y miedo, engendrando a un hijo en su interior mientras su casa se sigue llenando de multitudes con ariscos comportamientos. Una película bruta y radical desde la elegancia visual y simbólica, que busca polemizar y hepatar y sin duda afectará a toda audiencia, logrando arduos defensores como detractores, en tanto una película irritante (en el buen sentido) empeñada en hacer sentir odio. Un anómalo y apasionante salto al vacío, en forma de mezcolanza genérica pretenciosa y radical, relato alegórico, explosivo y desmadrado. Sobre el papel, la película es sin duda un experimento extremadamente interesante: trasladar a una dimensión reducida de único escenario y pocos personajes y utilizando los códigos del género de terror el recorrido histórico de la religión, desde un enfoque arrollador, violento y fanático. Un rompecabezas que se va dilucidando sin llegar nunca a explicarse del todo conforme el caos y el ya evidente escenario de ensoñación ahogan a una Madre solitaria y en continua lucha y sufrimiento antes estas masas sin rostro y a esta casa con corazón, en el que todo suceso es una analogía de un pasaje bíblico y los personajes simbolizan otro del mismo texto fundacional, en un juego de metáforas y símiles perversamente hiperbolizados. Un proyecto ambicioso y, lamentablemente, lejos de ser redondo, descompensado de ritmo y con una primera parte que se balancea sobre el ridículo. Pese a las grandes interpretaciones, la ambición conceptual y la fotografía de Libatique, el filme maneja sus símiles de manera sobrecargada y obvia, y no está a la altura de las grandes obras de su autor. Lo cual no le impide ser una anomalía única y apasionante, una asfixiante experiencia fílmica a recomendar a cualquier cinéfilo. 7,3/10
Y a las 19:00 vi en el Principal la última del día, otro plato de cine patrio en Sección oficial, esta vez compitiendo: el drama social La vida y nada más, dirigida por el español residente y formado en Estados Unidos Antonio Méndez Esparza, que sitúa su relato en América, protagonizado por amateurs norteamericanos angloparlantes. Regina es una mujer afroamericana joven y madre soltera, que vaga de un trabajo precario a otro y luchando para salir adelante y cuidar con dignidad de sus dos hijos. El mayor, Andrew, de 14 años, es mozo callado y conflictivo, que amenaza con seguir la turbia senda de delincuencia del padre y cuya relación con su madre ni podría ser peor. Ingredientes para un cóctel que sólo puede desencadenar en tragedia. Cine social, verista y naturalista, que pone su mirada en el día a día de esta humilde familia que vaga por la necesidad y el fracaso sin paños menores. Una puesta en escena estática y elegante, entregada al niño sin gestos, y de silencioso pero opresivo encuadre y seguimiento de las acciones. Unas interpretaciones notables al servicio de un relato directo y triste, en una escenificación que no puede respirar más verdad, ni tener más carga dramática desde la contención. No innova en forma ni fondo, y su argumento, de lugares comunes para el espectador, no sorprende a nadie en su desarrollo. Pero una ejecución tan medida y matizada desde la asepsia hacen de esta la segunda mejor película de la Sección oficial, que pide a gritos ser premiada. 7,3/10
Pese a haber visto cinco obras agradecí enormemente llegar a casa dos horas antes, para ganar horas de sueño y publicar esta entrada a una hora menos intempestiva. Pese al sabor agridulce del que sabe que el fin se acerca, concluí un día muy grato que contribuye a subir el nivel en Sección oficial, dónde aún quedan platos jugosos por degustar. Hasta entonces, seguiremos gozando del cine y redactando estas críticas. Nos vemos.