65º SSIFF. Día 4 – Sida, ceguera y cumbres presidenciales

En 2017, Eventos, Festival de San Sebastián, Festivales y Muestras by Néstor Juez1 Comment

El lunes 25 de septiembre de 2017, día 4 del festival, volví a las cinco proyecciones y a los Nuevos directores sin tener muy claro que expectativas tener, pero con fuerzas renovadas y curiosidad hacia algunas anticipadas perlas. El tiempo cambió, algunas caras se renovaron y el nivel decayó con respecto al fin de semana, pero esto no impidió que fuésemos fascinados con una película extraordinaria, por ahora la mejor de esta semana. Sin más dilación, procedo a glosar mi análisis. 

A las 09:30 continuamos nuestro análisis de la Sección oficial en el Victoria Eugenia con otra obra más: la película histórica basada en hechos reales Licht/Mademoiselle Paradis, producción austríaca dirigida por Barbara Albert. En la Viena de 1777, Maria Theresa Paradis es una joven ciega con una excepcional habilidad al piano. Niña prodigio, sus padres rentabilizan su habilidad al máximo, convirtiéndola en una de las sensaciones de la corta. Invidente desde su tierna infancia, todo intento de recuperar la vista ha sido en vano. Pero cuando recurran a la desesperada al Doctor milagro Franz Mesmer, Maria empieza a recuperar la pista en un ambiente de libertad. Pero su consecuente pérdida de las facultades musicales la situarán en un dilema desolador.  Cine de época asceta, sobrio y seco. Un relato de la crueldad y del sufrimiento personal de una pobre desgraciada sola en su singularidad, en un retrato de unos días de desprecio del tullido. Una recreación elegante y fidedigna, en un ejercicio de buena dirección artística bien producido. Una película concisa y rodada con gusto sustentada en una estupenda interpretación femenina central de Susanne Wuest. Una película, lamentablemente, fría cuál témpano, y carente de pulsiones narrativas. Cine literal sin elocuencia alguna o ritmo narrativo que impregne al espectador, que ve una película que no le afecta en absoluto y que no invita a reflexiones formales o simbólicas de ningún tipo, apenas concienciación por este maltrato de género. Facturada con el suficiente gusto cómo para ser considerada mala película, en tanto no presenta grandes errores, pero carece de foco o hondura emocional. 6,7/10

A las 12:00 se presentó en el Victoria Eugenia una de las perlas más anticipadas del certamen: el intenso y espectacular drama 120 pulsaciones por minuto, película francesa dirigida por Robin Campillo y galardonada con el Gran premio del Jurado en el último Cannes. A principios de los 90, una gran epidemia de SIDA asola París. La película nos muestra el día a día de los jóvenes integrantes de activistas ACT UP, que luchan por los derechos de los homosexuales y los toxicómanos y concienciar a la población de la importancia de prevenir las ETS y de la desidia gubernamental a la hora de solucionar este problema sanitario. Una época convulsa y un grupo activo de jóvenes asustados que sólo desean amar y vivir. Cine social cargado de verdad y sensibilidad, discurso reivindicativo desde las entrañas, directo y efectivo como un puñetazo. Película potentísima, sincera, épica. Cine físico, de corazón, acción y discurso con virguerías narrativas. Actores jóvenes en estado de gracia, camuflados en personajes reales como la vida misma (Joséphine, Nathan, Sean, Thibault), y un sentido apasionante y dinámico de la didáctica. Campillo fue ayudante de dirección de Laurent Cantet, y no en vano se perciben en el film rasgos de el espíritu de La clase, aderezado de vivaz energía y de momentos de sublimación estética sensacionales y acongojadores. Película trepidante que tras intrigarnos nos enternece y al final nos desola el alma, desde un discurso vitalista cercano a sus personajes y anegado de las virtudes del audiovisual para que, mediante sonidos, imágenes, interpretaciones, montaje de descomposición temporal y ralentizaciones, imbuirnos en un estado emocional receptivo. No es necesario empatizar con la causa homosexual para sentirse implicado, en un filme que recurre al sexo de la manera más bonita y sentida. La película no sorprende, y el discurso manifestante queda relegado al discurso emocional del enternecimiento y la lágrima, pero hace tiempo que no se escenificaba de manera tan realista, impactante y majestuosa. Gran cine, y película necesaria para todo el mundo. 8,5/10 

A las 16:30 continuamos con las perlas, esta vez en el Principal: fue el turno de En realidad, nunca estuviste aquí, thriller dirigido por Lynne Ramsay , recientemente condecorado con los galardones a mejor guión y mejor actor para Joaquin Phoenix en el último Cannes. Joe, barbudo, fuerte y grande señor (Joaquin Phoenix, estelar), es un sicario que vive con su madre, devenido en un tímido tarado que aqueja traumas de infancia de violaciones maternales. A encargo, se toma la justicia por su mano rescatando a mujeres secuestradas o víctimas de abusos sexuales, encarando los encargos con una inusitada fuerza sanguinaria, a golpe de martillo. Un día se le contratará para rescatar a la niña secuestrada de un político,  desencadenando una espiral de ultraviolencia fuera de control. Una película de manierismo exacerbado y radical, de estilo sobre contenido, en una excusa para que Ramsay se exhibe como una artista absoluta de la dirección cinematográfica. Pues el argumento, presentado como una maraña enredada de incógnitas y escenas de distintos momentos temporales que dejan dilucidar el contenido mediante lenguaje audiovisual, no es gran cosa, pero su puesta en escena es sensacional. La composición de cada encuadre tiene un fin, y el diseño sonoro y construcción de atmósferas es de seductor y medido hechizo, en una película hostil pero muy grata de visionar, con un tono de expectativa constante y tensión y reflexión aún desde el silencio, o en parajes vacíos ambientados con música de radio que no se limita a ser decorado. Su personaje principal, oso humano hosco y bruto, pero frágil a nivel psicológico emocional, llena por sí sólo la ausencia de comparsa a la altura. Desde esta ventana recomiendo, con precaución, una película con escasa sustancia pero muchísimo arte, que desde el cutrerío y la brutalidad menos adulterada consigue resultar elegante. 7,6/10 

A las 19:00 continuamos en la misma sala para ver una proyección especial por el Premio Donostia a Ricardo Darín. Hablamos del thriller argentino La cordillera, dirigido por Santiago Mitre. Hernán Blanco (Ricardo Darín, siempre a un gran nivel), taimado hombre tranquilo que meses después de haber sido elegido Presidente de la República de Argentina sigue siendo un desconocido ante el ojo público (un ciudadano común, un trabajador como cualquier otro, cómo bien defendía en su campaña electoral), es invitado a participar en una cumbre de líderes iberoamericanos en una cordillera nevada de Chile. Pero durante en esta reunión, en la que sobrevuela el temor de las imposiciones del poderoso líder brasileño, tendrá que afrontar a unas intensas crisis personales que su conflictiva hija atraviesa, la cual empieza a rememorar recuerdos no vividos en una crisis anímica incontrolable. Un juego de poderes y negociaciones que toca el fantástico y teje su relato de requiebros narrativas y preguntas sin respuesta. Una suerte de Castillo de naipes iberoamericano de crisis familiar y personaje protagonista probándose a sí mismo ante todos los demás. Una intriga sibilina y silenciosa de negociaciones y misterios, filmada con una elegancia prístina que logra que nos dejemos llevar por la trama sin esfuerzos de concentración desde su premisa, jugosa y llena de elementos de interés. Es sin duda un film disfrutable, y fácil de ver. Pero también una que de tanta ambición temática, deviene en un galimatías interruptus. El filme no cierra, sino que acaba sin final alguna, dejando todas sus incógnitas sin respuesta y todas sus líneas narrativas a medio estructurar,cómo si en vez de ser una película se tratase de un piloto televisivo, o de una película abierta para ser continuada en una secuela. Película fría y carente de elementos sensacionales o novedosos (curioso ver a Alberto Iglesias facturando una banda sonora impersonal y anodina) que pese a captar nuestra atención no atempera el tedio, haciéndonos esperar algo que nunca llega. Película confusa que no se sabe a dónde quiere llegar, y que tras un visionado potable deja al espectador aturdido. 6,6/10

Y cerrando por enésima vez en el Principal vi a las 22:00 mi tercera película de la sección de Nuevos Directores: la belga Cargo, dirigida por Gilles Coulier. La familia Broucke es una tradicional dinastía de humildes pescadores, que no atraviesa su mejor momento a nivel de negocio. Un día el anciano patriarca sufre un accidente y cae por la borda del barco, quedando inconsciente y entubado sobre una cama. Jean, el hijo mayor, queda muy endeudado, y sus siguientes decisiones desembocarán en una serie de conflictos escalantes entre los tres hermanos, que a su vez también experimentan radicales cambios. Un relato duro y sucio de familias en conflicto, hombres rudos y dureza social, en una escalada de miserias y ruindades. Una mirada amarga a los trabajadores veteranos de oficios humildes, y la enésima escenificación de la podredumbre de los núcleos humanos por los negocios y el dinero. Hostilidad y animalismo agreste en escenarios humanos. Esta película, que recuerda al último cine islandés, sorprende con una hermosa fotografía, y logra crear una densa atmósfera sobrecargada de amargura, rencor e incomunicación. Más allá de esto la película es de un eminente sopor, como su tono hacia inevitable. Pero este cine es un subgénero de mi agrado, pues sé que a cambio de mi paciencia recibiré recompensas, en forma de buenas historias, personajes o ideas visuales de deleite. En esta, prácticamente nada se puede sustraer, pues se estira hasta los 90 minutos una magra narración que da para un mediometraje, en la que ni siquiera un clímax que enfrenta con violencia a unos personajes antipáticos remonta el interés. Un ejercicio de aceptable factura y elementos prometedores en futuros y mejores propuestas, pero uno que deja al cinéfilo indiferente. 6,1/10

En un día en el que por vez primera la lluvia hizo acto de presencia, se concluyó con una nota agridulce pero en una buena situación anímica y habiendo saboreado con deleite una de las grandes obras del año. El día de mañana retorno a las seis proyecciones, entre ellas algunas perlas muy estimulantes y nuevos caminos del cine patrio. Llueva o truene, servidor estará allí para cubrirles la jornada con todas mis impresiones. Un saludo. 

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