Segundo día de cobertura de la Seminci, en la que al fin han desembarcado algunas de las propuestas más potentes de la sección oficial, exponentes del más rico cine de autor europeo y asiático. Algunas de las cuales andarán durante los meses la codiciada carrera hacia los Óscar, y lucharán próximamente por una provechosa vida comercial. Ha habido decepciones moderadas, pero a grandes rasgos hablamos de una selección de filmes sugerente y valiente, que arroja variedad de reflexiones y de acerados retratos sociales. Pero dejad que me explique.
Comenzaron las mañanas de pases de prensa de la Sección Oficial en el Calderón, acomodándome a las siempre difíciles nueve de la mañana. Como es habitual en la Seminci, ambas eran dobles sesiones. Para acabar de despertarme, el cortometraje de animación surcoreano Movements de Dahee Jeong. Un ejercicio que muestra las distintas percepciones temporales de un abanico de personajes con diferentes velocidades, mostrando la inmensa variedad de ritmos que pueden contener diez minutos. Un experimento narrativo novedoso animado con mucha maña, divertido e impredecible, libre y desconcertante. Pese a todo, una probeta audiovisual un tanto anecdótica. 6,5/10. Y le siguió el drama de producción sueca And then we danced de Levan Akin, presentada en la Quincena de realizadores del último Cannes que representará a Suecia en los Óscar. La historia de Merab, un bailarín de danza tradicional Georgiana que descubrirá su homosexualidad al enamorarse de un compañero de la Academia, lo cual le pondrá en una encrucijada de represión y aislamiento ante sus tradiciones, su familia y el baile que practica, que sólo acepta masculinidad. Una historia de amor LGTB y de cómo las tradiciones culturales oprimen las libertades e identidades de los jóvenes. Un filme de un relato al que estamos habituados en los últimos años, pero dirigido con brillantez por Akin. Notable fotografía, de elecciones cromáticas ocres y doradas de alta eficiencia expresiva. Y cámara viva, que sigue de cerca a los personajes en planos cerrados. Y extraordinaria la manera de filmar la danza, captando en toda su fisicidad y explosividad los números de baile en secuencias de infarto, sobre todo la última. Y una secuencia en una casa abarrotada, filmada en plano secuencia, es sublime. Lo trágico, por alejar al filme de ser notable, es su guión. Su estructura es común a todas sus parientes cercanas, la sucesión de eventos se ajusta a los esquemas habituales de este tipo de narración y el filme pasa por lugares comunes y estereotipos, sobre todo en un tramo desafortunado. Con todo, una buena película plenamente recomendable. 6,9/10
Tras unos minutos de reflexión, más Sección Oficial. De telonero, el cortometraje suizo All the cats are grey in the dark, de Lasse Linder. Una comedia estrafalaria de humor sórdido y aséptico sobre un triste hombre entregado al amor y cuidado de sus dos gatos, a los que pasea por la calle y que son su vida entera. Filme que captura de internet la obsesión por los gatos, que pueblan los planos en una exhibición de expresividad facial y de interpretación física, como por ejemplo sentándose sobre sí mismos. Un relato nada habitual en la gran pantalla que proporciona sonrisas y simpatía. Pero no nos engañemos, hablamos de una entrañable tontería. 6,2/10. Y luego, la que probablemente sea la película del festival: la islandesa Echo/Bergmál, dirigida por el Rúnar Rúnarsson que se hizo con la Concha de oro de San Sebastián por Gorriones y que presentó esta película en el último Festival de Locarno. Un mosaico de la sociedad islandesa durante el período navideño, presentado en 56 historias no conectadas entre sí. Un abanico de estampas satíricas que pregnan Islandia y su idiosincrasia en una imagen. Cada historia se desarrolla en un plano único, planos de encuadre fijo y duración variable. El filme es la sublimación del encuadre, pero no es sólo un estupendo dispositivo formal. Sus situaciones van llenando de matices, dibujando todas las capas y aristas de una civilización humilde y azotada por el más hostil de los climas. Funciona por acumulación, con planos más intrascendentes y breves, los cuales nunca tendrían el mismo calado de manera individual. Su propuesta dejará fuera a muchos, pues cabe tener la sensación de que a los 20 minutos se ha transmitido ya el mensaje y el camino hasta los 88 es mera reiteración. Si a mí me preguntan, una verdadera sorpresa que merece ser recuperada. 7,4/10
Tras la pausa de rigor para comer, a las 16:30 procedía una nueva visita a la sección Punto de encuentro en el Teatro Carrión. Pero para ponernos en marcha, como no, otro cortometraje. El vietnamita Stay Awake, be ready de Pham Thien An, presentado en la Quincena de realizadores de Cannes. Una noche en una esquina de las concurridas calles de Saigón, dónde un muchacho escupe fuego, una mujer promociona cerveza y tres hombres mantienen una extraña conversación. 14 minutos planificados en un plano secuencia con cambio de encuadre a distintos tamaños y notable dificultad técnica. Pero no hay mucho más allá de un plano bonito, pues la trama se siente confusa y diáfana. 6,3/10. Y después venía Hava, Maryam, Ayesha, de Sahraa Karimi, que se presentó en la Sección Orizzonti del último Festival de Venecia. Afganistán, tres historias, tres mujeres, misma realidad represora. Tres relaciones infructuosas, tres embarazos no deseados, mismo dolor. Filme sobre la dura realidad social de Afganistán, y la carga que conlleva allí el mero hecho de ser mujer. Película valiente y honesta, de una nobleza enternecedora, y que diseña su drama sin restarle envergadura y apostando por la naturalidad más extrema. Pero ello no quita que sea un debut un tanto mediocre, cinematográficamente muy simple. Con contadas excepciones, la puesta en escena es plana y tosca, y el fluir narrativo del relato necesitaba más fuerza. Una película que se comprende que haya sido programada por su temática, pero poco más. 5,7/10
Y para clausurar el domingo, a las 19:30 de la tarde, la única película del día que no venía precedida por un cortometraje, y de nuevo en Sección Oficial. En este caso, la comedia búlgara Cat in the wall, dirigida por Mina Mileva y Vesela Kazakova y presentada en la Sección Oficial del último Festival de Locarno. Una familia de inmigrantes búlgaros entra en conflicto con unos vecinos de su bloque de edificios de protección oficial en Peckam, Londres, por un gato extraviado escondido en un agujero en la pared detrás de su caldera. Comedia que atiza sin piedad a la feroz gentrificación del Reino Unido del Brexit, su inoperancia y maltrato inmobiliario y el desprecio y escrutinio absurdo al que se somete a los emigrantes. Una película de mirada personal, demoledora y necesaria. Un guión cargado de buenas ideas, y un argumento poderoso con instantes de fuerza social. Pero un recorrido narrativo descompensado y pobremente manejado de ritmo, que orbita tonalmente hacia registros cada vez más frustrantes. Pasamos de la comedia al drama desesperanzado a, tristemente, la miseria y aleccionamiento social Loachiano. Se dice todo alto y claro, pero en muchos casos se dice a través del verbo de los personajes. En un filme, no lo olvidemos, feo y chapucera en su factura audiovisual (ruido de videocámara y estabilizadores digitales). Película con mucho que decir y poderoso planteamiento, pero pese a ello una decepción para este crítico. 6,4/10
El acomodamiento y la premura por cumplir con mis obligaciones informativas me hicieron reducir la jornada con respecto a lo originalmente planeado. Día de tarde amarga pero provechosa por lo libre de los filmes que vi. Sólo queda un día, pero será el más repleto. Me demoraré en escribir sobre él, pero llegará.