Tras este primer año de cobertura del Donostia Zinemaldia, ya en su 64º edición, uno concluye la experiencia con un puñado de conclusiones. Por lo general positivas, pero ante todo, sorpresivas con lo que servidor esperaba previo a mi llegada. Gratificado por el buen hacer de la organización, y sorprendido por la intensidad e involucración con la que la ciudad, sus visitantes y habitantes viven estos días de cine. Todo ello en un inmejorable escenario, una de las ciudades más hermosas de España, dónde se come de lujo y hasta el tiempo dio tregua. Una programación amplia, con varias sesiones para cada filme y esparcida entre varias y excelentes salas (Siendo el Teatro Victoria Eugenia el más bonito y el Principal el más cómodo. La sala 1 de Kursaal es espectacular por vasta, pero posee mucho menos encanto). Un volumen inabarcable en su totalidad, pero compuesto de muy buenas opciones. Y, centrándonos en las dos secciones que cubrió este blog, una selección de filmes coherente pero poco ortodoxa y, sobre todo, interesante.
La sección oficial incluyó en su programación muestras de diferentes tipos de cine, pero todos ellos rondando sobre temáticas similares: la irrupción de la violencia en las vidas de personas comunes y los estragos que su influencia provoca. Todas las películas abrazaban sin contemplaciones la sordidez, el impacto o el drama sin retorno. Películas provocadoras o películas incómodas. Grandes y pequeñas. Y, sorprendentemente, películas más propias de un Sitges o una Muestra Syfy. Independientemente de que la calidad general de los filmes no fuese la esperable, con excepción de unas pocas obras, de uno de los certámenes más importantes del planeta cine (por mucho que no logre, ni intente, estar a la altura de Berlín, Cannes o Venecia), lo que sorprende fue lo arriesgada que fue. Películas poco apropiadas para el gran público, que es en grandes masas el que acude al festival, y películas de poca ambición para una comunidad crítica avezada. Con todo, hay que aplaudir la valentía de Rebordinos y de la organización del festival, y la coherencia temática que unía a filmes de múltiples países que ofrecían, de un modo u otro, elementos de interés. Se apostó por perlas pequeñas de difícil difusión, como El gigante, El invierno o la excelente Lady Macbeth, se elogió a autores consagrados como Bonello, se hizo un guiño a productos tan alejados de la línea programática como el anime y se apostó, con la deficitaria Plac Zabaw, por la pura provocación. Tan sólo la ausencia de una calidad mayor media en la sección impidió un éxito pleno en la apuesta programática de esta edición (en la que sólo el pre-estreno de los grandes estrenos españoles de los platos fuertes de la nueva temporada, o los nuevos trabajos de directores importantes patrios, o documentales nacionales, se salían de la temática violenta).
La sección de Perlas, dónde la audiencia otorgaba con sus votos 50.000 euros de premio a su película favorita, programó el mejor cine. Consistente en preestrenos de algunos de los filmes más importantes de la temporada festivalera que aún no han tenido un estreno oficial en España. Y la cosecha de Cannes fue fructífera, haciendo las delicias de los cinéfilos. Siguieron faltando películas importantes de aquel certamen, como The handmaiden o The neon demon, tal vez porque Sitges se adelantó programándolas. Pero si algo destacaría como elemento negativo sería la ausencia de películas de otros festivales, siendo muy reducida la presencia de películas de la Berlinale y muy sonada la ausencia del filme de Lav Diaz ganador en Venecia, o la triunfante en tierras italianas Nocturnal animals. Bien es cierto que fue un gran detalle programar a la campeona en Annecy (Ma vie de courgette) o apuntar aún más por la animación con la aplaudida La tortuga roja. Con todo, pocos filmes pero soberbios, y cerrando con una espectacular primicia que servidor tuvo que perderse: lo nuevo de Villeneuve, La llegada.
En próximas ocasiones procuraré enmendar el error de la primera cobertura: cubrir también la sección de Nuevos directores, que ofreció algunas buenas películas, o la sección Horizontes latinos, en la que quise ver sin éxito La región salvaje. Con todo, gran festival, curiosa edición, y maravillosa experiencia.