Celuloides en remojo va a cubrir, por primera vez en su historia, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Desde el Viernes 16 al Jueves 22, un servidor digerirá y analizará cuantas más obras cinematográficas le sean posibles. Demos el pistoletazo de salida a tan estimulante aventura.
El viernes 16 tan sólo pude ver dos películas. Ambas de la sección Perlas, y, en concreto, provenientes de Cannes, donde fueron harto aplaudidas. La primera, proyectada a las 17:00 en el precioso Teatro Victoria Eugenia, la ganadora del premio FIPRESCI de la crítica Toni Erdmann, de la teutona Maren Ade. Una obra de excepcional singularidad cuyo visionado supone, por sí solo, una peculiar experiencia. Una comedia divertida a la par que reflexiva, que logra la difícil hazaña de que sus 162 minutos de metraje no resulten arduos de sobrellevar. Winnfried Conradi es un anciano solitario y extravagante que solventa sus días con despistes, trastadas, bromas y pillerías. Su hija Inés es una agresiva ejecutiva de una empresa multinacional que vive en Bucarest. Arrepentido de lo mucho que desconoce de ella y de lo separados que están, decide (con sus álter-egos) ir a vivir con ella, de improviso, durante un mes. Esta extraña pareja pasará de la incomprensión y el desprecio a la paz en compañía, a través de una serie de estrafalarios sucesos.
De antemano destaca el humor que producen las grotescas tropelías de un pillo Winnfried de vuelta de todo. Pero lo que más sorprende es la armonía con la que están integrados en un relato hierático de enfoque casi constumbrista excelentemente interpretado (en particular, Sandra Hüller). Su ritmo pausado y su filmación cámara en mano le dan al filme una atmósfera realista que enriquece el absurdo de sus brotes humorísticos, dotando al conjunto de matices y múltiples lecturas, gracias también a un guión muy completo que balancea con destreza conflictos familiares, personales y profesionales. De un enfoque optimista y esperanzador, el filme deja el irreverente pero sano mensaje de que la diversión y la anarquía en las actividades fomentan la felicidad (aquella que Inés no supo hallar y encontró en su flirteo con el caos, brindado por su progenitor). Su parsimonioso montaje y demorado ritmo no incordia pero no engancha, y el filme decae entre escenas de pura comedia. Pero sin ser magistral, esta película bien merece su propia rincón en la memoria cinéfila reciente por la fresca originalidad de su propuesta. 8/10
Concluimos la jornada a las 22:00 en el Teatro Principal con Neruda, nueva obra del talentosísimo chileno Pablo Larraín, que hace bien poco hizo las delicias del respetable con El club. Basada en hechos reales, asistimos a la persecución policial a la que el poeta Pablo Neruda se vio sometido en 1948 por parte del gobierno debido a sus afinidades comunistas y sus polémicas declaraciones en calidad de senador. Y el resultado, como no podía ser de otra manera, es un thriller policíaco de aroma clásico, enfoque surreal y resultados muy poéticos. La superlativa fotografía de Sergio Amstrong, de contrastes lumínicos y colores oscuros y fríos, y la sobria y afligida música de Federico Jusid elevan el conjunto a cotas artísticas deslumbrantes, y nos seducen en la envolvente y dinámica narración de García Bernal. Un Gael que es Oscar Peluchonneau, al mismo tiempo antagonista perseguidor y narrador omnisciente, situándose en un plano abstracto de reflexión y poesía por encima de aquello que puede vivir su personaje.
Esta doble dinámica entre Neruda político y Neruda creador, y el impacto de su obra a nivel psicológico dotan de riqueza a una película elegante, de realización medida y en brioso movimiento, e interpretaciones sentidas en un fondo barroco tras el que subyace una dirección artística de enmarcar, en un filme que recrea con afecto el pretérito pero que no oculta, mediante sus recursos formales, su calidad de artificio. Un artificio que más que narrarnos la vida del maestro nos introduce, con una mirada harto crítica, en la atmósfera de su actitud creadora. Secuencias de excelencia técnica acompañan a este mecer onírico, en un conjunto donde sólo chirría el propio Pablo. Bien es cierto que este pudiera ser un cretino, y la decisión de no alabarle como perspectiva autoral es respetable y quizás encomiable. Pero el grimoso bufón que encarna Gnecco no convence como artista de personalidad magnética. Pero ni este detalle ensombrece la grandeza de esta magistral filme. 8/10
En definitiva, un excelente primer día de Festival con pocas películas y no inéditas, pero muy memorables y de alto nivel. Sólo cabe esperar que el nivel no decaiga, pues aún queda mucha cosecha.