Tras un segundo día curioso pero que supo a poco, para el jueves 14 de junio nos esperaban tres películas que ansiábamos que subiesen el nivel de la competición. Tres filmes, además, de naturalezas muy diferentes. Dos películas en la sección Oficial y otra en Angst. Una propuesta de cine alemán comercial para público de todas las edades, una más modesta y costumbrista y una de las películas más recordadas de un autor consolidado. Un crisol de diferentes tendencias del cine germano, y un muestrario de diferentes perspectivas creativas. Había por consiguiente motivos para el alborozo, y pese a que el cansancio físico comenzaba a asomar, también había muchas ganas de sumergirse en la primera jornada larga de cine. Y, tristemente, grande fue la decepción. De no ser por la reposición de la ya cuadragenaria película vampírica, habría sido una mala jornada, pues en ello pudimos encontrar todo el cine de valía del día. Dos películas previas ofrecieron poco de interés, bien por acomodamiento, bien por escasez extrema. Cine convencional y blando frente a parquedad fílmica mal entendida. Y como guinda para arreglar el desaguisado, las hipnosis herzogianas. La jornada anterior parecía más valiosa ahora. Pero, con suerte, lo mejor estaba por llegar, y de que manera.
A las 17:00 se proyectó en la sala 1 La revolución silenciosa/Das schweigende Klassenzimmer, filme de Lars Kraume que fue nominado a mejor película en los últimos premios del cine alemán. En el Berlín dividido en dos de la Alemania de 1956, a cinco años de que se construya el muro, un grupo de estudiantes alemanes que se han hecho oídas de la revolución de Hungría en sus desplazamientos al oeste, tomarán al unísono la decisión de homenajearla con un minuto de silencio en las aulas. Una decisión que les pondrá en una encrucijada entre mantenerse fiel a sus ideales o asegurar su futuro académico. Un caso más de cine histórico basado en hechos reales, que protagonizan jóvenes y, de manera didáctica, pone el foco en un episodio no tan conocido como excusa para reflexionar sobre los peligros de las represiones políticas y la falta de libertad ideológica. Una película innegablemente interesante y llevadera, bien producida y ambientada, así como competentemente interpretada. Desde el punto de vista temático, encontramos los suficientes elementos para agradar a cualquiera. Pero desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, es la nada. Un producto tan impersonal y falto de estilo como convencional y plano, un filme libro que en nada enriquece el texto literario de Dietrich Garstka al ser trasladado a imágenes. Si bien las ancianas podrán emocionarse, cualquiera que haya visto demasiado cine no podrá evitar sentir una honda pereza durante el visionado. Los momentos de enaltecimiento emocional y exaltación de la unión grupal, que llegan al final, son tan burdos que arruinan la eficaz subtrama dramática de Erik y las mentiras sobre su padre. Un trabajo competente pero anodino. 6,3/10
A las 19:30 nos desplazamos a la Sala 2 para ver El carillón/Windspiel, ópera prima y película de final de grado universitario de Peyman Ghalambor que se pudo ver en el último festival de cine de Rotterdam. Un joven niño rubio, silencioso y arisco, es dejado por sus padres en un centro de rehabilitación social tras unos conflictos de su padre con la bebida. Tras unos días realizando diversos trabajos de reparación en el centro (limpiar, pintar…), logra encontrar la manera de escaparse y refugiarse en el bosque. Tras unos frustrados intentos de pillaje, se encuentra con un anciano solitario, pescador y vendedor de periódicos, que acepta hospedarle en su caravana a cambio de que le ayude en tareas de intendencia. Una narración asceta y seca, que bebe de los postulados del realismo social, sobre dos personas aisladas de la sociedad y que luchan por subsistir faltos de aprecio o de alegría. Un filme que mantiene coherencia estilística preservando en todo momento su premisa formal de planos cerrados y primeros planos del niño que interpreta Alexander Lohse, aderezando con hermosos planos recursos que aprovechan las localizaciones desoladas. Pero la pena es que la película se conforma con muy poco, y no encontramos apenas elementos de interés. Su parquedad formal no viene acompañada de enjundia: no hay desarrollo de personajes, no hay descripción del conflicto, el viaje de los personajes no fluye hacia ningún lado, no hay diálogos, ni motivo claro para emparejarse…esta falta de elementos provocará que su trémulo ritmo se le atragante a espectadores menos acostumbrados a filmes tan densos que, en esta ocasión, nada ofrece. La nada, tan inofensiva como olvidable. 6,2/10
Tras dos desencuentros meridianos, a las 22:00 tuvimos la ocasión perfecta para descubrir en pantalla grande una película de culto del cine alemán de finales de siglo: Nosferatu, el vampiro de la noche/Nosferatu: Phantom der Nacht, remake del clásico del expresionismo alemán de Murnau dirigido por el veterano y carismático Werner Herzog, uno de los padres del nuevo cine alemán. Jonathan Harker (Bruno Ganz), enamorado de la etérea Sofie (Isabelle Adjani), recibe el encargo de dirigirse a Transilvania a negociar con el conde Drácula (Klaus Kinski) la compra de una casa en la Weimar en la que vive por parte de este. Conforme se acerque a sus terrenos y se adentre en la morada, constatará que una tenebrosa aura de muerte y horror rodea a la figura del pálido conde, ávido de sangre. La enésima versión del relato canónico de Stoker reinterpretado desde el personal imaginario visual de Herzog. Una obra que respeta y reproduce paso a paso las estampas y secuencias del filme de Murnau, pero que además lo adereza con una poesía audiovisual y un tono calmado y filosófico, cómico incluso, que inducen al espectador en un gozoso trance. Sublimes las melodías de Popol Vuh, como interesantísimo es el filme en el plano estético, con texturas y tratamientos de la luz y los colores de índole pictórico y uso expresivo potentísimo del maquillaje y la presencia visual de Kinski. En un género iconográficamente tan definido como el vampírico, es muy estimulante ver como Herzog diseña el propio con hermosos escenarios medievales carentes de tenebrismo, y como inunda la hermosa y señorial Weimar de peste y ratas, concluyendo con escenas de delirio propias de Kusturica. Filme extraño, distante al terror, pero absolutamente recomendable para ser experimentado, cuanto menos, una vez en la vida. 7,8/10
Nunca pudimos agradecer más la inclusión de clásicos en la programación, pues en esta ocasión el vampiro de Kinski salvó la jornada. Pero tan sólo por ver esta película en todo su esplendor bien merece sobrellevar todas las penurias visuales. Llegamos a la mitad del festival, y deseando que el nivel subiese sobremanera. Los dioses escucharían nuestras plegarias.