Invitado por la distribuidora del filme, A contracorriente Films, el día 5 de octubre acudí de buen gusto a los Cines Verdi de Madrid al preestreno de la película argentina El ciudadano ilustre, dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat. Si bien un filme anterior suyo, la comedia negra El hombre de al lado, me satisfizo con moderación, su nueva obra superó mis expectativas y me dejó con un buen sabor de boca. Una comedia que, aunque abrace la sátira ácida, también toca registros dramáticos críticos y muy acertados, y tan sólo una puesta en escena visualmente mediocre reduce los enteros de un producto fino y devastador.
Daniel Mantovani es un escritor argentino de éxito internacional. El premio Nobel de literatura es sólo un galardón mas en una inmensa lista de reconocimientos a una estrella mediática de larga carrera. Su agente barcelonesa clausura a diario innumerables eventos de postín que anegan semana tras semana de un artista ya veterano en parón creativo. Pero entre el maremágnum de invitaciones aparece una que capta su intención. El gobierno del pueblecito de Salas, donde nació y de donde huyó hace cuarenta años, le invita a ser investido ciudadano ilustre y a participar durante unos días en unos eventos culturales del pueblo. Y sorprendentemente acepta, embarcándose en solitario en un reencuentro profundo con sus orígenes y su vida pasada, donde no será oro todo lo que reluce. Una comedia negra de acidez corrosiva, que toca con certeza temas sórdidos, como las mediocridades humanas de los ambientes rurales. Una historia interpretada con maestría y escrita con eficiencia extrema, en un conjunto que mejora paulatinamente y funciona como un reloj bien engrasado. Vamos pasando al drama bruto, donde se tocan las relaciones amorosas mal cerradas, los rencores del pasado, amistados de infancia gangrenadas y artistillas que llevan las rivalidades creativas a peleas de patio de colegio. El trato denigrante que se hace a la cultura desde las administraciones. Los favoritismos y manipulaciones de eventos por amiguismos en circunstancias endogámicas. Y el respeto y aprecio enterrado en la mezquindad, la ignorancia y la hipocresía. Pronto veremos que aquello que parecía un reencuentro nostálgico es un valiente lance, por lo que supone afrontar aquellas miserias que refleja en sus novelas y que le hicieron dejar allí corazones rotos y un pueblo que, auspiciado por la egolatría y estética del recuerdo, sólo ahora le recuerda. Humor, sátira del absurdo y lo chusco, reflexión sobre las hipocresías culturales y, en última instancia, dura crítica de los pormenores de la convivencia en aquellos pequeños núcleos en los que naces sin elegirlo.
Lamento, sin embargo, que se haya filmado con unos medios tan pueriles. Si bien está justificado un enfoque costumbrista y un aspecto visual cercano al documental, no exige esto que se abuse tanto de una poco recomendable cámara en mano, exposiciones lumínicas con no pocos quemados y, en el inicio, secuencias mal obturadas. Y si bien es cierto que se logra siempre provocar la risa en el espectador y que hasta lo más impactante nos divierta mientras nos repele, ciertos gags sobre lo chusco del proceder de los salenses satura por obvio, innecesario y estereotípico. Con suerte, se detiene a los veinte minutos de metraje.
Visualmente, nos hallamos ante una propuesta cinematográficamente deficitaria. Pero en tono, ritmo, personajes e historia, la demoledora El ciudadano ilustre da en el clavo a la par que entretiene. Un visionado refrescante y de recomendación inmediata. 7/10