En el foco mediático por la temporada americana de premios llega la nueva película de Tom McCarthy, quién ya hizo las delicias de la comunidad cinéfila en el 2008 con la emotiva The visitor. Pero la película que nos ocupa en esta ocasión es muy diferente. Una obra a la antigua usanza, un ejemplo primoroso de un tipo de cine propio de la década de los 70. Un thriller de investigación periodística sobrio y minucioso, en la cual todos sus elementos se supeditan a su apasionante guión, el cual disecciona en una imparable escalada de tensión un escándalo superlativo que lamentablemente sucedió y del que nada sabíamos.
Spotlight es un reducido grupo de investigación del periódico del Boston Globe, al cual su nuevo redactor encarga investigar un caso de violación a un ciudadano durante su infancia por parte de un cura descubierto hace cinco años. Conforme avanzan en la investigación constatarán consternados que se cuentan por centenares los curas que cometieron abusos y sus víctimas marcadas desde la infancia que salen asustadas de su longevo silencio. Múltiples delitos ocultos durante décadas por la propia Iglesia, la Justicia, los entornos sociales y familiares de las víctimas y prácticamente el sistema entero. Un drama conocido por todos que había estado a la mano de nuestros periodistas, los cuales aunque tarde llevan su obligación profesional de informar hasta las últimas consecuencias poniendo en riesgo su postura laboral en pos de preservar sus ideales éticos y morales, de integridad profesional y social.
De temática similar a la soberbia El club pero de muy diferente ejecución, Spotlight pone el énfasis en la labor periodística, el procedimiento de sus redactores. Conocemos de sus personaje aquello necesario para avanzar la acción. El enfoque es crítico, pero jamás se cae en el morbo o la indagación escabrosa del reprobable delito corporal. La realización es sencilla, clásica, de academicismo cuasi televisiva, pero de una efectividad notable. Así cómo su comedida pero enfática banda sonora y su invisible pero excelente dirección. Entre todos estos elementos llega a buen puerto una película sobria y sencilla en su concepción, similar a tantas otras que ya hemos visto antes y carente de un estilo personal en la factura visual y rigurosa en su fidelidad a su estructura clásica. Pero, al servicio de una historia de tamaña fuerza, ni falta que le hace.
Necesaria y perturbadora, he aquí una película notable gratificantemente rescatada del maremágnum audiovisual gracias a la temporada de condecoraciones académicas. Filme impersonal y comedido, pero trepidante desde su propia esencia, sin trampa ni cartón. 8/10