Cómo ya sucedió en el 2015, los organizadores del Syfy decidieron presentar la nueva edición de su muestra de cine fantástico con el preestreno de una aclamada película de terror inédita en España. Si el año pasado fue Babadook, este año es la premiada en Sundance La bruja. Ambas muy alabadas. Y, cómo en aquella, abandoné la sala de cine preguntándome fascinado como podía ser esto. Y no niego tampoco la valía del filme. Su fotografía y dirección artística son notables en un proyecto de esta envergadura, y resulta interesante retornar a estas temáticas en el cine contemporáneo. Sus referentes, aunque obvios (Von Trier, Haneke), son de alto calado, por lo que la ambición de la película es reseñable. Pero el trabajo no recoge sus frutos, y la historia se queda en un quiero y no puedo, pues su atmósfera enrarecida muy bien lograda por momentos queda debilitada una vez se torna familiar y nos sugiere aquello que nunca nos da: un terror sugerido pero frustrantemente eludido.
La película se desarrolla en dos frentes: el drama personal de una numerosa familia ultra religiosa repudiada por la sociedad a vivir en un desangelado bosque, y la atmósfera turbia y abstracta que rodea a los personajes, emanando de los agrestes terrenos de la Bruja, en los cuales van desapareciendo miembros familiares y creciendo la semilla de la desconfianza en el seno familiar. Pero ninguno de ambos llega a buen puerto: El conflicto trágico de los personajes aunque fuerte no resulta lo suficientemente rico o variado como para que empatices con sus personajes. La religión es un peso fuerte en la moral de estos desgraciados campesinos, pero la similitud de sus afectadas discusiones y la ausencia casi completa de otro tipo de acciones hace el conflicto cargante. Más allá de su sufrimiento poco nos transmiten los gestos y la construcción de personajes, y en última instancia su devenir no tiene un peso dramático más allá del impacto sensorial, relativamente aleatorio.
Y en lo que al terror puro se refiere, tras 50 minutos de intriga e interés en el espectador es terrible el desencanto cuando constatas que ese gran susto que te perfilan nunca llega, y que esas escenas de hormigueo malsano, sustentadas en una enfática música de cuerda que no deja opción a que el espectador pueda tener alguna duda de que debe alarmarse, para concluir en algún plano de iconografía subversiva u moralmente perversa, finalizan abruptamente cuando surgen las incógnitas. Este mecanismo, clásico en el género, puede resultar eficaz en cuanto que se transmite inquietud e interés en aquel elemento satánico que torcerá el escenario diegético. Pero una vez se descubre que detrás no hay contenido y que sólo es humo turbador, se muestra insuficiente para llenar la experiencia fílmica. Es una propuesta de sensaciones, pero estas no hallarán jamás la plenitud sin un mensaje último en el que se sustente la producción.
Con todo, nos hallamos ante un interesante ejercicio de terror de autor introspectivo, pero finalmente errado, a años luz de su prestigio y de la calidad de, por ejemplo, la sublime It follows. Seguiremos con interés el desarrollo de la XIII Muestra Syfy, a la caza de apasionantes propuestas cinematográficas. 6/10